Hace unos días, uno de tantos peregrinos que pasan por Santa Catalina de Somoza, muy cerca de Astorga, se encontró con que en la fuente de “La Huerta del Hospital” no había agua. Dejó allí un poema muy curioso.

A los pocos días, se recibió de él este escrito que os paso a continuación:

 

UN SEDIENTO PEREGRINO

Salgo temprano de Astorga con la intención de seguir mi peregrinaje a pie hacia Santiago. Un litro, que equivale a un kilo de agua, forma parte indispensable de mi equipaje.

En seguida dejo Valdeviejas a un costado y al otro la Ermita del Ecce Homo. Para llegar a Murias de Rechivaldo voy pasando por un montón de mensajes que me desean “buen camino” y letreros que manifiestan el orgullo de esas poblaciones por formar parte del camino de Santiago.

Una subida prolongada me conduce a Santa Catalina de Somoza, población donde llego deshidratado por el sudor y el cansancio. Sigo la flecha amarilla que me invita a atravesar el pueblo por la Calle Real.

De pronto, ¡Aleluya!, un cartel colgado sobre la pared de piedra reza: “Drinking Watter _ Agua potable”.

Me dirijo, con impaciencia, al supuesto oasis, una bonita fuente de hierro fundido enclavada en un espacio abierto al que llaman “La huerta del Hospital”, nombre que hace alusión a lo que en otros tiempos debió ser un alojamiento para peregrinos, pero tras esa bella estampa, encuentro un grifo sin caudal. Un vecino con gesto apesadumbrado me dice, (como disculpándose): “no conozco la causa por la cual la fuente no mana”.

Sigo mi camino empeñado en que nada perturbe mi paz. Sediento, dejo un poema prendido en la fuente seca:

¡Cuánta sed Señor Santiago / y en mi bota no hay ni un trago! / ¿Será que el agua está cara? / ¿será que no hay buena gente? / pues no encuentro nunca agua / tras el letrero de “FUENTE”.

 

Fdo: Enrique Soriano Pastor

Profesor de la Universidad de Salamanca