Cuando yo era pequeño, me enseñaron que había animales buenos, malos e indiferentes.

La mayoría de ellos pertenecían a los indiferentes aunque, después, estos podían ser peligrosos o no: era el caso de los tigres, los leones, los jilgueros… El grupo de los malos estaba ocupado única y exclusivamente por las serpientes. A pesar de los años transcurridos, no se les podía perdonar lo que le hicieron a Eva en el paraíso. Vade retro serpientes. Además de peligrosas, algunas era verdad, todas eran malas por lo que hizo su tatatatarabuela en el Edén.

Y, por último, estaban los animales buenos. Este grupo estaba encabezado por las cigüeñas y las golondrinas. No vamos a entrar en las bondades agrónomas de ellas, pero que no se te ocurriera meterle una perdigonada o una pedrada a alguna de ellas. Ni robarles los huevos ni estropearles el nido. Ibas directamente al infierno, aparte y además de los castigos terrenales que ello conllevaba. La cigüeña, además de traer a los bebés y anunciar por san Blas el buen año, se alimenta de serpientes y de otros animales perjudiciales para el campo. La golondrina nos anuncia la primavera (y el amor) además del fin de los rigores invernales. Nos limpia de insectos el ambiente y habita con nosotros. Si destrozas su nido, las vacas no darán leche ni las gallinas pondrán huevos. Ambas, cigüeñas y golondrinas, y sobre todo las primeras, eran pájaros “casi sagrados” a los que había que respetar y proteger.

A mí, particularmente, no se me daba bien el creer en esas leyendas, pero después, cuando te vas cargando de años, no es que empieces a creer pero sí te empieza a molestar que otros molesten a los animales “buenos” y que se hagan amigos de los “malos”. Por si acaso, que diría mi abuelo Sindo.

Por todo ello, no me pareció muy bien el año pasado cuando un grupo de gente, encabezados por no sé quién, y aunque tuvieran permiso de las altas instancias y autoridades, con sus razones o sin ellas, tiraron el nido de la iglesia de aquel pequeño pueblo, aquí muy cerca de nuestra ciudad. La cigüeña está empezando a hacer otro nuevo. Pero ya no será lo mismo. Por supuesto, cuando les pregunté por qué lo tiraron, me comentaron que se estaba cayendo, que suponía un peligro y que, lógicamente, tenían los permisos y autorizaciones necesarias.

Y el otro día, al pasar por otro pueblo, al lado del anterior, vi con enojo y sorpresa que tampoco estaba el nido de la cigüeña, a pesar de que ella ya había venido a tomar posesión. O no se había marchado. Porque es de las que siempre andan por allí y su casa siempre es la misma.

Sospecho, dado que esta iglesia pertenece a la misma parroquia que la otra, que algo tiene que ver. Parece ser, y habrá que asegurarse de ello, que alguien da permiso, no sé quién ni dónde, para tirar los nidos. Quizá haya, por esos pueblos, alguien a quien no le gustan las cigüeñas ni sus nidos. O es posible que ya sean de otras generaciones y no hayan oído nada de las leyendas… O quizá algún amigo “moderno” de la capital que, como él no tiene pueblo y es más listo que nadie, le dan envidia esas cosas y cree que así protege el patrimonio nacional. Será uno de esos que, cuando van a las casas rurales, protestan porque suenan las campanas o porque una vaca ha cagado cerca de su coche comprado con el dinero de todos. Esos mismos que, cuando llegan al pueblo, sueltan al perro y a los críos para que hagan de salvajes gamberros, pinten las paredes y se espanten si ven una burra o una gallina.

Dos nidos menos. Esa es la cuestión. ¿Qué es lo que pretenden esos listos? Quizá es que sus críos no pudieron coger la cigüeña para llevarla de mascota o quizá sea que, dada su corta inteligencia, han llegado demasiado alto en la escala de puestos nombrados a dedo. Y lo peor es que, con eso, creen que saben.

Acabarán con todo porque es lo único que saben hacer. Tirarán los nidos de las cigüeñas y de las golondrinas porque ellos no tienen vacas que den leche.

Y acabarán por tirar las torres y los castillos. Y se quedarán solo con las berzas, cuidadas a su imagen y semejanza.

Ite missa est.

 

Ángel Lorenzana Alonso