Mi casa es tu casa. / Tu casa es mi casa. / Nuestras casas son estrellas, / unidas por una pared medianera. / Una hilera de experiencias, / tardes de juegos llenas, / las risas, las lágrimas, / los enfados, las caricias…, / los años nos hacen mujeres, / la amistad, circunvala / y abraza nuestras huertas. / En la mía hay dos almendros, / en la tuya dos olivos. / Cuando llegan las cosechas, / tu me das olivas, / yo te doy almendras. / Somos hermanas, / aunque nadie lo sospecha, / porque nos separa una frontera. / Una frontera impuesta, / que devora sueños, / que marchita la alegría de vivir, / que desnace la amistad. / Mi casa es tu casa, / tu casa es mi casa, / tu me das olivas, / yo te doy almendras, / tu estrechas a mis hijos en tus brazos, / para mi los tuyos, son también míos. / Somos hermanas / aunque nadie lo sospecha. / Hoy el aire ha amanecido envenenado, / la ceguera humana, / ha vuelto a pisar las semillas y las venas. / Hoy ha amanecido con tus olivas /  suicidadas en el suelo, / pero en el zulo que hay bajo mi casa, / estarás a salvo con los tuyos, / mientras dure esta resbaladera / de horrores, por culpa de las fronteras. / Recogeré las olivas de tu huerta, / aliñaré con mis manos su fruto, / las comeremos juntas, / mientras fuera suena el rugido / de la devastación. / Se han callado los pájaros, / han huido las abejas que polinizan / la calma y el ritmo amable de la vida. / Ha vuelto el reloj de la muerte. / El hombre no aprende.

Con los versos precedentes, intento ponerme en la piel de las personas, pero sobre todo de las mujeres que en Israel y en Gaza, han vomitado sus corazones, se les han secado las vísceras por el sinsentido que azota sus vidas. Habrá amigas y familiares en ambos lados de las fronteras. La muerte y la masacre otra vez pisoteando la existencia. Ojalá que, como en los versos, las mujeres de ambos países, se ayudaran y se defendieran de los ataques asesinos con solidaridad y empatía.

Neuronada: Parece imposible, pero el hombre está demostrando que es la mayor máquina de matar.  Así será muy difícil que la humanidad llegue al siguiente milenio. A Naturaleza ya le sobran motivos para hacer que Tierra explote y se vaya hecha añicos a otra galaxia, donde dejar sus minerales a buen recaudo. ¿Dónde habrá sitio para esconderse en Gaza durante los bombardeos. ¿Qué ceguera palestina tiene bajo sus alas a niños y niñas israelíes que han sido arrancados de los brazos de sus madres? No hay Dios que pueda explicar la locura humana. Y…, si lo hay: ¡Qué se manifieste de una vez!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.