-Ha llegado el momento de que nos pongas nombre, así no hay personaje que se precie. Comentó el más pequeño cuando me dispongo a escribir este capítulo.

Y yo, una mandada, pues voy a intentarlo.

El pequeño de los hermanos huérfanos de la guerra que ha exiliado y sigue exilando a miles de personas, tiene todas las hechuras para llamarse Khaled. A su hermano le viene muy bien el nombre de Ahmad

           -¡Quieto contador!

– Debo decirte que soy  contadora.

           – Pues ¡Quieta contadora! Nosotros queríamos proponerte nuestros nombres, pero te nos has adelantado, aunque nos quedaremos con ellos, nos gustan mucho.

           -Me encanta que os parezcan adecuados.

Respecto a la familia que acompañó a los hermanos en la jaima del campo de refugiados, diremos que el padre es Mazen,  la madre  Hala,  el hermano mayor Samir                        y la peque Ghada.                       .

Para ser sincera, debo admitir que no iba a poner nombre a ningún personaje, ya que así, todos serían como más universales e intemporales, pero tampoco pensé en que el texto tuviera más de tres capítulos. Parece que quieren seguir sus destinos y ellos, los personajes me han pedido que no les anule tan pronto el camino, así que ante esta petición, no me queda más remedio que seguir contando sus huellas en este mundo y por tanto significar a cada uno con un nombre para no equivocar la narración. Los nombres no son más, ni menos, que palabras. Palabras que visten la osamenta del ser que viaja en el tiempo con designios y coordenadas infinitas y desconocidas. El nombre de cada uno es el inicio de una ruta de la que se desconoce todo. El nombre es la piel de un ser que va cabalgando sobre sus propios segundos a la velocidad de la rutina.

Por eso en los capítulos venideros, ya le habremos puesto piel a cada uno de nuestros compañeros de este viaje de lectura, para saber hacia dónde se dirige la brújula de cada uno.

Regüeldo: Las palabras tienen el don de dotar, de significar, de pronunciar, de saber, de envolver, de acceder, de reinsertar, de refugiar, de refugiar, de refugiar… Eso es lo que deseamos, que nuestro nombre nos acoja y nos refugie, sin que por ser de otro país, o de otra cultura, o de otra religión o de otro pensamiento, nuestro nombre sea origen de duda y desolación.

Manuela Bodas Puente –  Veguellina de Órbigo, León.