Tenía cita en el consultorio. Se armó de valor, sabía que le iba a costar llegar. Sus piernas no daban para mucho y aunque se ayudaba con dos bastones, su marcha era muy lenta. Solo le quedaba medicación para cuatro días, así que no tenía más remedio que ir al consultorio, por supuesto ya tenía cita, la había pedido por teléfono, después de tener que llamar un par de días para que alguien, que no fuera una máquina contestase y le diese cita. Por el camino iba rezongando para sí ¡cuánto había cambiado todo! Las lágrimas asomaron, mejor irme contigo. Se sentó en el banco situado más o menos a mitad de camino entre su casa y la consulta. Apoyó los bastones y sacó un pañuelo del bolsillo del pantalón para limpiarse la corajina. Sus pensamientos volvieron a su mujer, llevaba sin ella un par de años y no podía con el enorme peso de la soledad. Tú eras más lista, tenías paciencia para llamar las veces que hiciera falta hasta que te atendían, entendías el trasto este del que dependemos para todo y que odio cada día más. -¿Qué Anastasio, descansando? La voz de su amigo vino a poner un poco de calor en el agujero que anidaba en su pecho.

-¿Cómo lo ves? Comentó Rosa a su compañera Rosalina.

-Me parece que has dado en el clavo. Es un buen relato para el trabajo que nos ha encomendado la nieta de Romualdo. Esa muchacha es un tesoro.

-Ya lo creo, nos ha venido de perlas tenerla. Ha sido nuestro faro durante el confinamiento y ahora sigue alumbrándonos con su inteligencia y paciencia.

-Anda vamos que Remigio y Romualdo ya estarán esperando para la partida.

Las dos mujeres salieron de su habitación de la residencia para acudir a la cita de cada tarde, aquella partida  había tejido una preciosa amistad entre los cuatro.

Mordida existencial: Quiere el párrafo anterior, ser excusa para recordar el deterioro que lleva sufriendo la sanidad pública hace tiempo, no solo por la pandemia. La pandemia ha catapultado el problema que ya estaba latente. Sin salud, no valemos nada y sin un sistema sanitario público que nos ayude a tener y a prodigar la salud, estamos perdidos. Es lamentable, pero sobre todo muy triste, que los políticos, que digo yo que alguno también habrá sufrido las carencias que se están dando en sanidad, sigan emperrados en demostrarnos quién es el que habla más alto y dice más barbaridades. La esperanza hay que mantenerla, habrá políticos buenos y que trabajen para arreglar, o intentarlo, el panorama actual. ¿Pero dónde andan metidos?

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.