Rosa y Remigio, se comunicaban por las ventanas de su habitación en la residencia, tenían esa suerte, el confinamiento les había dejado una rendija para poder comunicarse. Ambos estaban muy preocupados por Romualdo, el compañero de Remigio. A él, le había pillado la fiebre y hacía ya una semana que estaba en la enfermería. Eran días de pocas palabras y de muchos miedos.

– Rosa, tengo que darte malas noticias. A Remigio se le escaparon las lágrimas, siguió hipando: Meeee, haaa. Cogió el pañuelo y se limpió. Me ha llamado la nieta de Romualdo. Ayer lo trasladaron al hospital. La congoja no le dejaba seguir. Pobre.

– Bueno Remigio, tu siempre tan pusilánime, si está en el hospital, podrán ayudarle mejor que aquí. Allí tienen todos los medios posibles para combatir a este ladrón llamado coronavirus. Aunque también es verdad que no pudimos ni despedirle.

Remigio se calmó un poco. – Dijo que te iba a llamar a ti también para decírtelo. Le pedí que nos tuviera informados en la medida que ella también lo estuviera.

– Me alegrará hablar con ella, es una chica estupenda. No solo es la nieta de Romualdo, para mí también es mi nieta.

– Y para mí por supuesto. Nos ha regalado tantos buenos momentos. ¿Te acuerdas de todas las palabras que hemos recuperado gracias a ella? Es estupenda.

– Muy bien Remigio, así me gusta. Eso es lo que tenemos que hacer, entretenernos y enviarle toda nuestra energía a ese pedazo de amigo que está luchando contra esta pandemia mortífera.

– ¿Sabes lo que pensé cuando me llamó la nieta de Romualdo? Si salimos de ésta, nos vamos a hacer los tres un viajecito juntos para recuperar todo este tiempo tan obtuso y extraño. A nosotros, sea como sea, ya nos queda poco, así que si logramos quitarle la corona a este virus, lo vamos a celebrar por todo lo alto.

– ¡Bien, bravo! Si te viera Romualdo en este momento, se levantaría de la cama para comprobar que no estaba soñando por causa de la fiebre.

Mordida Existencial: Todos somos todos. Todos aprendemos de todos. Todos somos una micra de cada persona, animal, árbol, piedra, aire, agua…, incluso todos llevamos una micra o mucho más, de ese infecto Covid-19. Por eso cuando una persona cae, un pedazo de uno mismo se va. Por eso no hay manera de pagar todo lo que están haciendo los que cuidan, salvan y combaten en primera línea a este enemigo que ha venido a quedarse.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.