Un escalofrío recorrió el auditorio en donde se celebraba una gala musical para recoger ayuda a favor de los niños de la guerra de Ucrania. Antes de comenzar el concierto, se proyectó un documental de huérfanos que se habían quedado sin nada en distintos lugares de Ucrania. Estaban acogidos en centros, en donde recibían la atención y el apoyo que distintas oenegés, podían ofrecerles. Algunos no querían hablar ante los micrófonos ni las cámaras de los periodistas, otros lloraban desconsolados pidiendo que les llevaran con sus familias. Se podía apreciar que los mayores, se encargaban muy bien de los más pequeños y que intentaban crear rutinas para mantenerles ocupados, pero era muy difícil, escaseaba el material didáctico, apenas había libros ni juguetes, pero lo peor era que en el refugio donde vivían, carecía de combustible para ofrecerles calor. Aquellos muchachos carecían del calor físico y del calor más importante, el de sus padres y familiares.

Como en todas las guerras, los niños y las mujeres se utilizan como arma del horror y del miedo. Se estaba corriendo la voz de que, con la disculpa de proteger a los huérfanos, se les desviaba hacia distintos centros del país invasor, unos para convertirlos en posibles soldados, otros para entregarlos en adopción a familias que nada tenían que ver con ellos. Esto había ocurrido en el 2023, cuando hacia ya un año que Ucrania había sido invadida por Rusia.

Parece imposible que la humanidad, haya repetido tantas veces los mismos errores y horrores. Es triste que el gen de la brutalidad no haya mutado para bien.

Ahora, en 3023, la humanidad había logrado enterrar las armas durante casi mil años, pero cuando asomaban a las masacres del milenio anterior, algo se les desencajaba en el adeene de la existencia.

Neuronada: Desde luego si la humanidad llega a pisar el tiempo del siguiente milenio, se horrorizará cuando contemple imágenes y testimonios de la brutalidad del hombre. ¿Cómo es posible usar como moneda de sufrimiento a los niños? ¿Qué será de todas esas muchachas y muchachos que se han quedado sin infancia, que han caído en manos de desconocidos que les despojarán de sus orígenes y les instruirán en contra de sus propias raíces? ¿Qué capacidad de amar tendrán las criaturas que han visto cómo se reducen a cenizas sus casas, sus ilusiones y lo que es peor, que han tenido que asistir a la desaparición y muerte de sus progenitores?

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo