La muerte discurre lentamente / entre los ríos Leteo y Mnemósine, / acaricia sus orillas / a lomos de los suspiros de Eolo. / Eolo empuja a la muerte / por los recodos vividos, / o la hace volar por entre los juncos, / que crecen en los meandros del pasado. / La empuja cauteloso, / hacia el ruido de la nada, / la lleva entre sus fibras, / susurrándole suspiros de amor eterno, /  o le aúlla, con la pasión / del último encuentro. / Eolo convierte a la muerte en calma, / en la calma del caos / que sobrevuela el Leteo. / El Leteo cierra los pétalos del ayer, / recoge, absorbe, ahoga el llanto, / pone sello al pequeño todo / que fue la estancia en la existencia. / Unos acordes más adelante, / Mnemósine pone luz a la noche, / los pulmones logran decir, / dicen, salen a los labios /

que marcan el trino del ave / que fue la estancia en la existencia. / El ave, las aves, cuatro aves, / que recogen y acogen / a los vientos del sonido / para dejarse arropar, mimar, arrullar…, / para colarse en el pentagrama / de la otra cara de la muerte. / La otra cara de la muerte / que no es otra que la rutina / bebiéndose los vientos / por la fe en la música. / Por la fe en la humanidad, / que comparte el arte de vivir

En los versos anteriores intento desmigar las impresiones que fueron pasando por mis neuronas al escuchar el concierto del cuarteto de saxofones “Lítore  Quartet”, formado por Jaime Estévez Moreira, saxofón soprano; Sira Pellicer Faus, saxofón alto; Hugo Lomba Fernández, saxofón menor; y Miquel Flores i Mula, saxofón barítono. En su programa estaban Maurice Ravel, Jesús Torres, David Maslanka, y Adrián Mokano. De este último, que se nos recomendó escuchar con los ojos cerrados, salieron las migas que el poema intenta unir como recorrido por los ríos leteos. Un recorrido en el que imaginé a la muerte mecida por el viento que tan magistralmente cincelan los cuatro jóvenes músicos. Nos dieron un exquisito rato de vida.

Lamiguería: En este segundo concierto del quinto ciclo de Passionato, los componentes del “Lítore Quartet” nos mostraron cómo un concierto dedicado a la muerte, puede dar mucha vida. Somos migajas,  mas si compartimos nuestras migajas, formaremos un pan redondo como la misma Tierra. Pero esto que pienso es utópico en muchos lugares del mundo, ya que en esos lugares lo real pudre el pan de los campos y de la vida, allí las armas bailan su loca orgía de muerte. Por eso, me quedo con la muerte que se doblegó en los vientos buenos de cuatro saxofonistas muy jóvenes en la tarde del sábado en la sala Fundos de Veguellina de Órbigo. Me quedo con la suerte de poder disfrutar los vientos favorables de la vida.

Manuela Bodas Puente.