En la casa sin pan, / los relojes no marcan horas, / rasgan con sus minuteros en punta / la única camisa de padre. / En la casa sin huerto, / se pudren las espigas / que nunca fueron semilla. / No hubo casa, / no hubo huerto, / pero la música que madre ponía a la vida / acunó los días del niño Víctor. / Ahora que soy yo / el que canta al pan y a la espiga, / a la flor y a la tristeza, / a las horas feas que nutren la pobreza, / encomiendo mi garganta / a los recuerdos bonitos. / No quiero que recuerden mi muerte. / Quiero que recuperen al muchacho / que compartía versos y lágrimas con el pueblo / para levantar la palabra / como arma de comprensión. / Quiero ser respirado / como la voz a cuestas de la compasión, / como la voz a cuestas de la compasión, / como la voz a cuestas de la gratitud / a lo pequeño y lo verdadero, / como la voz a cuestas de la memoria, / como la voz convertida en lucha / recordatoria de los desfavorecidos. / Sé que no he muerto del todo / y eso me congratula con las fibras / que perdí un aciago día de septiembre, / cuando mi cuerpo, convertido en mimbre, / fue testigo de la inhóspita piel / que recubre a ratos a la humanidad. / Ya llevo cincuenta años amasando / insectos y barro, pero me llegan las caricias / de muchas voces cantando / a todas las Amandas / que aún siguen abrazando sueños muertos, / inventando sonrisas, / acariciando las mesas / donde la comida llenaba el vientre / de sus seres queridos. / Ya llevo cincuenta años padeciendo / generaciones de sinsentidos / pero siempre tendré un canto / para llenar de luz la incertidumbre.

La muerte de Víctor Jara, hace ahora cincuenta años, y de tantos “Víctor Jara” actuales, tiene que provocar, desde mi humilde opinión, un gran desprendimiento de células en el alma de la tierra. No me extraña que Tierra, minúscula parte de otra minúscula parte del cosmos donde estamos alojados, se canse y nos mande cualquier día a ser pasto de la nada.

Si dentro de este hogar de la vida que es Naturaleza, seguimos morando allá por el 3023, seguramente no será por seguir inventando guerras, ni fabricando en cadena innecesarios elementos que nos producen ansiedad, aislamiento, y ceguera para no ver que nuestro planeta es único y lo estamos devastando.

Neuronada: ¿Me pongo trágica a veces? Ummm, no sé, no sé. Mirándolo bien, por un lado, aquí en este reducto donde vivimos se está mejor que nunca, pero ¿somos conscientes de ello? Ahí lo dejo.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.