Una casa de palabras, / le ha nacido al Ágora. / Una casa llena de vidas, / donde duermen las alas de los sueños. / Desde la casita de los libros libres, / se escuchan los poemas / que traen alivio / a los últimos viernes de cada mes. / Hay celebración en el anfiteatro / los últimos viernes de mes. / San Marcos luce sus mejores galas, / ya que allí se dan cita sílabas y metáforas. / Allí se alargan las letras / hasta abrazarse en el profundo vuelo / de los sentimientos compartidos. / Respirar, inspirar, mecer / en la garganta el aire que vibra. / Inspirar, expirar, masticar / la carne de las palabras, / beber, embeberse / en el líquido fluido de los versos. / Liberar sílabas encerradas / en las vísceras de los verbos. / Ágora abrazando a los poetas / como madre, dándoles cobijo, / para que rompan a andar, / para que sacudan sus miedos / en la alfombra errante de un poema. / Ágora recogiendo en su vientre, / a los hijos de las musas, / dándoles alimento siempre.

Los alumnos que visitaban la ciudad de León en el año 3023, después de que Naturaleza hubiese establecido que la humanidad podía salir del subsuelo de Tierra, pues los mil años que llevaban en las cavernas, para que el cambio climático dejara de ser una amenaza, parecía que habían dado sus frutos; se quedaron anonadados cuando llegaron a San Marcos. En el anfiteatro colocado a un lado de este precioso edificio, observaron que había un oráculo de poesía. Se acercaron para quedarse prendados y prendidos de lo que luego supieron era el Ágora, donde la poesía no competía, sino que se compartía. Ese último viernes de mes era el 25 de agosto de 2023, y tanto a los alumnos como a los profesores que provenían del 3023, les entusiasmó aquella conjunción de arte, creación, convivencia y respeto.

Neuronada: Parece un milagro en estos tiempos convulsos, que el Ágora haya cumplido ya diez años, y que se haya mantenido viva hasta en el triste y oscuro tiempo de la pandemia. Ramiro Pinto ha sido el alma que puso la primera piedra y ha seguido estando en primera fila para que Ágora siga en pie. Ha tenido ayuda, claro está, amigos y compañeros que siempre han estado ahí, dándolo todo, para que la voz de la poesía no se apague nunca. Ágora también ha contado siempre con poetas de la fotografía que han dejado preciosos reportajes de cada viernes convertido en fiesta de palabras, gracias por ese trabajo y dedicación. A todos y cada una de los que hacen posible que esta maravillosa rutina de los últimos viernes no se apague, desearles salud y versos. Salud y alma para ser y estar.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.