Cuando abrió la ventana, una bocanada de aire fresco le sacudió la cara, revolvió su pelo e hizo que sus ojos se cerraran en un sueño interminable.

Por un momento, se asustó, quiso cerrarla ante la fuerza del viento, pero no pudo… o no quiso. ¡Era tan fresco ese aire!!

Su vida, marchitada en bloques de cemento seco, con las flores de su juventud ajadas por un tiempo que no perdona, con los suspiros hechos pedazos por la monotonía, con un corazón que quería seguir viviendo, con una vuelta a recuerdos adolescentes, se removió por dentro y el aire le trajo memorias de ilusiones, de amores, de esos susspiros que ahora ya no eran suspiros, de ansias renovadas en márgenes frescos de ríos frescos y relucientes.

Y la dejó abierta.

Pensó en lo que podría ocurrir, pero no se asustó. Por el contrario, removió su estómago con mariposas de colores que se habían despertado y revoloteaban de nuevo, abrió los brazos para que su cuerpo recibiera ese aire nuevo del que ya no se acordada, dejó atrás recuerdos y recuerdos, miró al frente y se asomó a ella,

Afuera, así casi al alcance de sus dedos ansiosos, estaba la vida.

Tendió sus manos, acarició el aire, dejó que éste recorriera su cuerpo ansioso de esperanza, movió el cabello y lo dejó volar al  viento que lamía su cara y le hacía cerrar los ojos, abrió su boca en busca de ese manjar que le faltaba y que quería tragar casi de golpe, ese aire nuevo y refrescante que sabía a dulces melodías de músicas casi olvidadas que volvieron a recorrer su memoria y a despertar suspisros.

Todo era nuevo. Cómo había podido olvidarlo? Nunca más volvió a cerrar esa ventana.

Cada día se asomaba un poco más, cuando el propio día agobiaba con penumbras, recibía el soplo enriquecedor que despertaba, dentro de sí, los murmullos eternos de la vida, llenaba su cuerpo con esperanzas y, como quien no sabe qué ocurre, su cuerpo se llenaba nuevamente de fuerzas para seguir adelante.

Se prometió que no cerraría la ventana aún cuando el propio aire diera, con fuerza, en sus cristales.

Y, en adelante, esa ventana abierta de par en par sería el sustento que necesitaba, sería, dentro de su pensamiento, con solo mirarla, el rayo de luz misteriosa que alumbraría su oscura habitación.

Allí, fuera, estaba esperando aquello que haría rejuvenecer su alma como si a los quince años pudiera volver.

La ventana, abierta, estaba esperando.

 

Angel Lorenzana Alonso