Una oscura y viscosa ventolera interior se le posó en el estómago al ver la imagen que ilustraba el artículo periodístico. Rosa sujetaba con manos temblorosas la hoja de periódico que había recogido de entre los dedos de Remigio, antes de que se lo llevara la ambulancia. En la fotografía se podía distinguir a un Remigio joven, con las manos ensangrentadas de rodillas ante el cuerpo de una persona tendida en el suelo.

Remigio se recobró y volvió a la residencia, pero no era el mismo. Si siempre había sido taciturno y cabizbajo, ahora se había auto-confinado en si mismo y no había forma de sacarle de la habitación. Rosa y Rosalina hablaron con la nieta de Romualdo, ella era la única que podría intentar ayudarle. Antes de que se dirigiese a la habitación de Remigio, Rosa le dio la hoja de periódico en donde aparecía él.

-Se la recogí de las manos cuando salimos en su ayuda. Él nos ha contado vivencias de su pasado de las que se arrepiente mucho, pero nunca nos había enseñado el artículo, seguramente tenga algo que ver con el jamacuco que le dio, ya sabes que es muy padentro, y que pasa épocas de depresión, de las que solo tu abuelo era capaz de sacarle. No sé…., es como si este papel se le hubiera aparecido de pronto, como si lo hubiera traído el viento, aquella tarde hubo mucho viento. ¿Recordáis?

Las tres mujeres se miraron interrogantes. – Solo hay una manera de saber qué le pasó, iré  a su habitación e intentaré hablar con él. Dijo la nieta de Romualdo.

Mordida existencial: Ahora que hemos tenido tiempo de remirar fotografías, cartas, recuerdos que teníamos dormidos en los cajones, seguramente, el viento del recuerdo nos ha traído a todos,  momentos de felicidad, también de tristeza y dolor, de remordimiento, de darnos otra oportunidad para perdonarnos alguna que otra coz que hallamos podido dar a lo largo de nuestra vida. El confinamiento, del que ya estamos hasta…, pero que es lo único, junto con mascarillas y limpieza,  que está sirviendo para frenar a este demonio del siglo XXI, nos ha traído tiempo para revolver y ordenar los cajones del tiempo vivido y también para dejar que la ventolera de la vida, nos ponga frente a nosotros mismos, para mirar a esa persona que sabe tanto de ti y que desde el espejo  te insta a darte calma y a rogarte que no vuelvas a las andadas en lo que no te hace bien, que te dice sonriendo: ¡A cuidarse! ¡A quererse!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.