Levemente transcurre la memoria…

– frente al azul granito

– lejano y puro del Teleno.

(De Tres poemas inéditos de Leopoldo Panero) (Publicado por  Javier Huerta Calvo/)

Desde que se perfila mi memoria, tu silueta, Monte Teleno, recorta mi horizonte.

Lejano y azul en los cortos meses del estío, te convertías de súbito, en una silueta blanca que alegraba mis días  en los largos inviernos.

Y desde que recuerdo, quise conocerte de cerca, ascender por tus laderas y alcanzar la cumbre.

Fue este verano, gracias a la invitación del escritor y editor José Antonio Martínez Reñones, cuando pude realizar este sueño.

José Antonio y sus amigos llevan 22 años subiendo hasta tu cima, el último sábado del octavo mes del año.

Una vez tras otra, con amigos que se van sumando en cada ocasión, aunque hay un núcleo que permanece, y que una vez arriba, es el encargado de  realizar el ritual de ofrendas y de fuego.

Ascendimos en esta ocasión por una vereda un poco más corta, aunque muy empinada, atendiendo a la presencia de varios  niños.

Dura la ascensión, fatigosa, como fatigoso y duro era el sol que nos acompañaba.

Los más jóvenes imponían un ritmo endiablado que apenas lográbamos seguir los que no practicamos montañismo.

Con esfuerzo y desaliento ocasional, alcanzamos la primera parada; un hermoso paisaje ponía ante nuestros ojos las tierras de la Cabrera, la Maragatería y el Bierzo; mirad aquella loma, y la vereda; por allí se adivina el arroyo que nutre el Duerna, nos iba explicando José Antonio,  el poeta metido a guía.

Distintos tonos de verde competían en belleza con los colores con los que el tiempo ha pintado las piedras que cubren la montaña.

Piedras inmensas, resbaladizas algunas, inseguras otras. Un inmenso pedregal que nos obligaba a no pensar en otra cosa; solo en donde y como asentar nuestros pies; no podías distraerte y desde luego había que estudiar el camino y tomar decisiones, que si no eran acertadas, podían suponer un resbalón y quizás, algún esguince.

Como la vida misma alcanzaba yo a pensar, cada día un problema a resolver, algunas veces, varios. Y no siempre se toman las decisiones adecuadas, ni  el mejor camino.

Cuatro horas más tarde alcanzamos la cumbre y allí a 2188 metros de altura, saludamos al sol, buscamos en el horizonte Astorga, y después de dar buena cuenta de la merienda, realizamos las ofrendas poéticas con el fuego que todo lo purifica. Un poema y varios libros como homenaje a un Monte divinizado por nuestros  antepasados.

Difícil fue la subida pero más duro aún, fue volver al punto de partida. Senderos borrados por el monte bajo que arañaba nuestras piernas, y piedras, muchas piedras: azules, verdi-blancas, grises, cientos de piedras que nos obligaban otra vez a concentrarnos en el empeño de retornar a casa.

Solo los niños y los jóvenes, tan ligeros de equipaje, volaban en el descenso.

La árida composición de tus laderas nos hablaba, Monte Teleno, de tu soledad de siglos batida por el viento, modelada por el cierzo y por la helada.

Ahora desde mi atalaya, te miro, y te siento más cercano. Como cerca quedan esos amores que parecían  imposibles, y que alcanzados, se graban para siempre en la memoria.

Y  uno quisiera, Monte sagrado, repetir eternamente ese día, azul y alegre, trabajoso y bello, conversador y amigable. Como el día del amor cuando se cumple.

Regresamos por caminos antiguos que rodean tu majestuoso porte y el Bierzo verde y cálido nos acogió antes de llegar a Astorga.

El ultimo día  de un cálido agosto  del año 2019.

Victorina Alonso Fernández.

 

P.D.

Teleno es el nombre que, según Miguel Ángel González González, los astures daban al dios celta Teutates, que adquirió el reconocimiento de dios por los romanos con el nombre Mars Tilenus.