!984 solo debía entretener
1984 no tenía que convertirse en un manual

 

Parece ayer cuando veía la película de “Star Wars la Venganza de los Sith”, y en aquella epopeya inventada, en la que la escala cósmica hacía que todo pareciera lejano y exagerado, un cuento de hadas poco familiar a fin de cuentas, ahí se dijeran unas palabras muy interesantes en una suerte de parlamento interplanetario: “así muere la libertad, con un estruendoso aplauso”.

No puedo evitar recordar los aplausos que dimos el año pasado a los médicos que hacían horas extras y ponían su vida en riesgo por ayudarnos, mientras dormíamos en la incertidumbre del mañana confinados en nuestras casas, viviendo una suerte de apocalipsis, con calles desiertas, el constante sonar de las ambulancias y sus sirenas, heraldos de la muerte y constante recordatorio de por qué debíamos seguir en casa. Aplaudíamos por miedo, en parte espantábamos el virus y quizás hasta al mal augurio, y por otra el ruido espantaba los malos pensamientos y el aburrimiento también.

Quiero rendir homenaje antes de que se me pase por alto a todos los que han perdido el juicio y la salud mental durante el proceso. Nadie reparará en ellos, porque en nuestro más profundo ser, aquello de “la fuerza legitima” lo llevamos a fuego y la democracia solo es un bonito traje para lucir ante las puertas de San Pedro.

la democracia es una falacia

El caso es que como decía mi difunta abuela  “todo llega y todo pasa”, y el confinamiento llegó, lo aplaudimos, y se fue. Nos dejó con un sabor amargo, porque después de estar encerrados se abrieron las fronteras para que el turismo trajera el dinero que no habíamos podido generar durante los meses de encierro, pero también trajo de nuevo la muerte y la tragedia, y con ella vinieron todas las medidas de restricción de nuestras libertades.

Hoy todos sabemos que el Tribunal Constitucional, ese ente misterioso que se pronuncia cual Ent en sagrada reunión, dejando que las sílabas se escurran entre los labios con delicadeza y parsimonia, ha dictaminado que fue ilegal ese confinamiento. Pero no importa porque en nuestro recuerdo aplaudíamos…

La mayoría lo excusa con aquello de poner la democracia al servicio de la salud pública, y no se cortan en afirmar de forma soslayada que la libertad es una herramienta al servicio del bien general. Como lo dicen los señores del gobierno de la izquierda habrá que perdonárselo, si todo esto hubiera sucedido en un gobierno del PP o Dios no lo quiera de VOX, la gente habría salido a la calle incluso sin mascarilla para acabar con los fascistas, en una suerte de inmolación preventiva.

 

Entre el confinamiento y la edad solo hace uno que vivir de recuerdos, y uno de los que me viene a la cabeza es el de mis años de estudio, cuando abría los libros de Historia, y nos adoctrinaban con aquello de las épocas de la historia, en las que Roma era la edad dorada del hombre, luego llegó la oscura Edad Media con su represión cristiana y su caos administrativo y por supuesto sin democracia, y por no alargar esto llegaremos a donde quiero llegar, a la Revolución Francesa, evento que dio fin al Antiguo Régimen.

Sí, es verdad que algunos se habrán percatado de que al principio del anterior párrafo dije, “nos adoctrinaban”, y ¿quién no podría decirlo si nos decían que en algún momento murió el Antiguo Régimen y hoy día vemos que hay un tipo de ciudadanos, los políticos, inmunes a cualquier tipo de control legal comparable al de los ciudadanos normales?

Es poco creíble que el Antiguo Régimen haya muerto cuando seguimos pagando impuestos de forma aleatoria según les parece a sus señorías, seguimos dando partida presupuestaria a una monarquía, que difícilmente puede justificar la necesidad de su existencia, salvo como figura histórica, más propia de museos que de la vida moderna. También vemos cómo los gobiernos ejecutan leyes para controlar a sus ciudadanos, las llaman leyes de seguridad ciudadana, ley mordaza, o de otras formas, pero al final es una forma que tienen los que están arriba de decirnos: “no nos fiamos de vosotros, os vamos a poner la correa más corta”. Yo creo que eso era lo que los libros de texto decían de los señores feudales y los monarcas absolutos, por eso no me parece que vestir corbata haga democracia en el mundo real.

A muchos les gustan las películas de ficción en las que los gobiernos han dejado de existir y las personas son gobernadas por grandes corporaciones… disculpen si me entra la risa, pero es que me suena más bien todo esto a realismo fantástico, porque ya está sucediendo y es tan exótico que no lo reconocemos. En nuestra mente vivimos en el siglo XVIII cuando las democracias empezaron a caminar, pero en la realidad vivimos una suerte de ficción futurista de la mano de Silvester Stallone. Ya nos gobiernan grandes corporaciones, y no hablo de grandes conspiraciones de gente oculta en lo más alto, hablo de lo evidente, ¿qué es el PSOE, el PP, Podemos, VOX, etc, sino corporaciones privadas, con dinero privado, contrataciones, puestos de libre elección para cada partido, y toda una intrincada red de intereses privados? Si los partidos sirvieran al pueblo serían públicos, tendrían que responder a la constitución como único espejo en el que observar los fallos cometidos.

Pero son entidades privadas que venden productos defectuosos y lo peor es que no hay garantía. Si tienen una idea y luego sale mal ¿a quién reclamamos? Si te prometen en la etiqueta que el ingrediente estrella es la bajada de impuestos y luego al abrir el bote te salta en la cara una subida impositiva, ¿a quién te quejas?

En ese sentido los comercios están bien vigilados, la OCU es omnipresente y se encarga de hacer todo lo posible por preservar los derechos contractuales que todos disfrutamos al consumir. Es inevitable ver cómo se regula cada aspecto de la vida de un ciudadano, trabajador, autónomo, empresario,etc y sin embargo los partidos políticos son una especie de dinastía sagrada, intocable, de cuando en cuando hay algún corrupto que va a la cárcel o a los juzgados… esas cosas también pasaban en los tiempos imperiales, siempre ha de haber chivos expiatorios para calmar la ira del populacho. Vamos lo que yo decía Antiguo Régimen.

Si todo esto fuera una obra de teatro de Lope de Vega me encantaría dar un gran aplauso al final, porque de nuevo estaríamos ante el inigualable genio español, pero me temo que más bien estoy siendo testigo de un mundo más bien Orwelliano al más puro estilo 1984.

 

Nos quejamos de que los políticos solo se critican unos a otros y no hacen nada por el país, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Si el Gobierno hace algo mal y es de izquierdas nadie se manifiesta salvo los consabidos “fachas”. Podría estar sucediendo que el Señor Presidente declarase abiertamente que la tierra es plana, y nadie saldría a manifestar que la tierra es esférica porque llevar la contraria a la izquierda es de fachas. Y lo mismo sucede en el lado contrario, un facha puede soltar alguna barbaridad del tono de “a por ellos..” cuando sucedió lo de Cataluña, y sin embargo ninguno se envalentonó para defender la razón, por no parecer rojo claro.

Si tenemos miedo de defender la verdad porque creemos que tiene más valor un discurso según qué labios lo pronuncien y no por lo que es en sí misma la verdad, es normal que los políticos hagan lo mismo. Se quedan agazapados esperando ver la opinión pública de los temas clave, y entonces solo nos dicen lo que queremos oír. Si no hay mayorías más absolutas es porque no pueden oír a más personas para hacerse una estadística más precisa y dorarnos más la píldora.

Estamos tan acostumbrados a oír lo que queremos oír que al final hemos pensado que eso es la democracia y el sentido de Estado. Tampoco me sentiría cómodo si no dijera abiertamente que la democracia me parece un sistema perverso y oscuro como ya predijeran los filósofos griegos, pero como la gente está tan contenta con su “democracia” que ni siquiera es tal, no puedo evitar de cuando en cuando eructar esta digestión que se me hace pesada.

Todo esto quería hilarlo con la pandemia, y se me ha ido de las manos… Espero que en una democracia moderna y humana como la nuestra no se le obligue a nadie a ponerse una estrella amarilla en las hombreras para demostrar que no está enfermo o que está vacunado.

Los judíos seguro que también pensaban que vivían en un país moderno y civilizado antes de que todo sucediera con la connivencia de una ciudadanía moderna, educada y sobre todo democrática. Esperemos que la discriminación no vuelva a encontrar argumentos muy razonados y sólidos para legalizarla.

 

Quiero terminar con mi más sentido pésame primero por mi abuela que murió con 94 años empujada por el COVID, y también el pésame para todos los demás que han sufrido esta pandemia. Mi reflexión no es para negar los estragos de la enfermedad, ni aminorar los esfuerzos hercúleos del sistema sanitario, sino para señalar al mundo político algo también muy aplaudido generalmente :

 

“el fin no justifica los medios”