Estábamos en el polo norte, haciendo un trabajo de campo para el laboratorio del permafrost (Capa de suelo permanentemente congelado, pero no permanentemente cubierto de hielo o nieve. Definición sacada de Geoogle).

Estamos en 3.023, habíamos sido enviados allí para saber si el permafrost se mantenía estable, o por culpa del terrible Cambio  Climático que se había producido en Tierra, en el milenio anterior, había sufrido más deterioro. No estábamos acostumbrados a las extremas condiciones climáticas de aquel lugar, aún manteníamos parte de nuestra vida diaria en el subsuelo. Recuerdo que si Naturaleza en el milenio anterior, es decir, allá por 2.023 no hubiera dado una nueva oportunidad a la humanidad, exilándola bajo el subsuelo, nos hubiéramos extinguido. Como digo, las condiciones climáticas fuera del iglú construido ex profeso por el observatorio del permafrost, eran muy duras. Menos mal que entre la expedición, contábamos con Luis, un profesor de Yoga, al que conocíamos desde hacía muchos años y que nos había consolidado en la práctica         de esta disciplina. Gracias a Luis y a sus clases diarias de yoga, pudimos soportar el frío que hacía fuera del observatorio y admirar y agradecer el hermoso paisaje que allí existía. El yoga enseña a centrarte en tu respiración y en tu interior, para general calma y conocimiento.

Neuronada: Una disciplina como el yoga, ayuda a conocerte un poco más; conociéndose una un pelín mejor, puede que eso nos induzca a comprender a los otros. En los tiempos convulsos que estamos viviendo, conocernos, puede que nos de un impulso positivo para apaciguar las aguas lodosas que nos traen las noticias, los bulos, las propagandas comerciales de consumo, la inmediatez, el no tener amor a hacer las cosas bien, el individualismo, el yo soy la mejor, el no pensar de dónde viene todo lo que consumimos…, en fin, que una buena práctica de yoga, puede influir en sanar la rutina.

Hace como veinticuatro años, gracias a la asociación “Ribereñas del Órbigo”, llegó a nuestras vidas, un joven, nosotras también lo éramos, que con su manera de dar las clases, su seriedad  y su conocimiento del yoga, nos ha mantenido unidas entre nosotras/os y a él. Durante todo este tiempo, hemos ido caminando juntos por el sendero de la respiración, de la calma, de conocimientos del propio cuerpo y como no, de la mente, que es la gran acaparadora de nuestras vidas. Calmar la mente, para que el cuerpo camine más libre. GRACIAS Luís por tantos años de entrega.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.