…”En esa hora, liberaré con el mío 

la tristeza de tu cuerpo, 

y haré que sea el sonido del candado 

al abrirse de golpe”… 

 

“Volver a casa”.

                                                        Alvin Pang (Singapur 1972)

Un aeropuerto inmenso y enmoquetado nos recibió en la calurosa tarde. Diecisiete horas de vuelo y muchos trámites burocráticos nos separan de nuestro país, pero la amabilidad, orden y cortesía de los singapurenses y, desde luego, el perfecto conocimiento del inglés de Ana, nos  allana el camino hasta la casa de Mena y Lucas, una urbanización con estrictas medidas de seguridad y todos los servicios comunes con los que uno puede soñar: piscinas, saunas, gimnasio, salas de reuniones, barbacoas, todo rodeado de flores y césped. Sorprende la escasa circulación y que los coches tengan el volante a la derecha; luego sabremos que es una reminiscencia de la ocupación inglesa de esta ciudad–estado hoy una de las más florecientes de Asia.

Lucas y Mena pertenecen a esa generación de jóvenes muy bien preparados que quieren comerse el mundo. Viajeros impenitentes que se han asentado temporalmente en esta isla del sudeste asiático para, con su esfuerzo, poner la tecnología más avanzada  al servicio de la industria de un país que  supo liberarse  del dominio británico, lograr la independencia de Malasia y, con trabajo y una organización estricta, hacer de esta urbe, una ciudad muy próspera.

Prosperidad que se debe al proyecto de su líder, Lee Kuan Yew,  que fue durante 30 años primer ministro. Un político que, con una visión estratégica, un pragmatismo implacable y la aplicación de unas normas muy duras, transformó a una pequeña isla con pocos recursos naturales, en un modelo de éxito económico.

Una legislación que persigue duramente la tenencia o consumo de drogas, la utilización de chicles y la desobediencia a cualquier normativa. Unas leyes que todavía contemplan y aplican la pena de muerte, la prisión  y el castigo físico-latigazos-para quien  delinque o exhibe otras formas de vivir, como por ejemplo la  homosexualidad.

Leen las viajeras que estas normativas tienen muchos detractores y conocen también  un estudio del “Economist Intelligence Unit.” donde demuestran que la “perla de Asia”  es actualmente uno de los mayores centros financieros  y el cuarto país más rico del mundo,  según el poder adquisitivo de sus habitantes, y el más caro para vivir;  se sorprenden pues aparentemente no es así. La mayoría de los cinco millones y medios de habitantes  que viven en la metrópoli,  viajan en el Mass Rapid Transit (Transporte Rápido Masivo), y tampoco ven evidencias externas de esa riqueza. Los singapurenses van vestidos con colores oscuros para ir y volver del trabajo, ropa deportiva al atardecer y más formal y elegante por la noche.

Sin embargo, es cierto que hay pocos coches en las carreteras y que estos son, la mayoría, Rolls-Royce o Mercedes.

El país también es el quinto del mundo en millonarios, pues casi 9 de cada 100 de sus habitantes tienen fortunas de más de US$1 millón.

Todos estos informes abruman  a las visiitantes  y los comentan con sus anfitriones que  nos recomiendan visitar el barrio colonial, los Quays y Marina Bay, con el rio Singapur como nexo,  y la arquitectura futurista como un  impresionante reto. Arboles gigantescos de hormigón y acero con más de 62.900 plantas que recubren las dieciocho estructuras y que cada noche  ofrecen una  fascinante representación de luz y sonido.  Ciudadanos de todas las razas y colores asistimos, sentados en el suelo, a un espectáculo inigualable. La música  de Verdi se expande por el rio, llega al mar y regresa para rebotar en las  esculturas, invernaderos y restaurantes más singulares de la ciudad.

Regresa la brisa repleta de aromas que difieren de los que al día siguiente descubrirán las turistas en Littel India. La pequeña India huele a jengibre, a cominos, a cardamomos y a otras especies como el hinojo, el anís o las semillas de alholva que lo impregnan todo: fosas nasales, piel, vestidos. Olores que ya no te abandonan en toda la jornada y que se intensifican al entrar en los templos, especialmente en el de Sri Veeramakaliamman, dedicado a la diosa Kali, la consorte de Shiva, diosa de la energía, la creatividad y la fertilidad “shakti”. Allí decidimos sumarnos a las oraciones y a las ofrendas que los fieles van depositando a los pies de la deidad. Flores, y bandejas con frutas embellecen un recinto decorado con suma profusión. Algunos fieles lloran en silencio arrodillados y cantan. Quién sabe cuáles serán sus penas, piensan las viajeras, que se admiran al ver a un profesor chino que explica a sus alumnos las bellezas del templo y las singularidades de la religión hinduista.

Porque si de algo puede enorgullecerse la ciudad más verde y limpia de Asia es de sus progresos educativos.

Nos había contado Lucas que  Lee Kuan Yew estableció  una gran inversión en vivienda, salud y educación. Un modelo que incluye inculcar en los niños valores, enseñarles a interactuar con otros, plantearse metas y trabajar para lograr alcanzarlas. Promoviendo una cultura de solidaridad y confianza en la escuela y  estimulando el desarrollo de emociones positivas, la resiliencia, el estado de conciencia plena (mindfulness) y un estilo de vida saludable.

No ocurre lo mismo con la sanidad, nos cuenta Mena, pero sí ha sido un éxito el establecimiento de viviendas protegidas para los singapurenses. Unas urbanizaciones que se parecen en el diseño a las que ocupan los trabajadores de alto nivel, casi todos extranjeros y en las que se ha tratado de integrar a las diferentes razas que viven en Singapur: los chinos siguen siendo la mayoría étnica (77%), seguidos de los malasios (14%) e indios (8%), pero muchos son trabajadores migrantes.

Cenamos en los restaurantes, que situadas a lo largo del río Singapur, tienen una mayor aceptación de público. Comida india, china, japonesa, malasia, y como no, singapurense; nuestros anfitriones nos van guiando por las delicias culinarias que ofrece esta ciudad fundada en 1819 por el británico Stamford Raffles como puesto comercial de la Compañía Británica de las Indias Orientales, con el permiso del Sultanato de Johor.  El Reino Unido obtuvo la soberanía sobre la isla en 1824 y esta pasó a ser una de las Colonias Británicas desde 1826  hasta 1963, año en el que formó parte de  la Federación de Malasia, separándose dos años después, el 9 de agosto de 1965.

Desde entonces la ciudad-estado ha prosperado rápidamente y se ha ganado la distinción de ser uno de los « cuatro tigres asiáticos».

Escuchamos música de Singapur y leemos a uno de sus poetas.

Ana quiere hablar con su familia irlandesa: Seamus, Mateo, Luca, Jack, Oisin y Tadgh, así que dejamos la visita de China Town y el Jardín Botánico para mañana.

 

(Volando sobre India con Ana un día de junio de 2022) 

Victorina Alonso Fernández