Desde los pasillos políticos hasta las plataformas académicas, todo el mundo ha estado hablando de crisis mundiales: una crisis sanitaria, una crisis económica y financiera, una crisis climática y una crisis de la naturaleza. En última instancia, todas ellas son síntomas del mismo problema: la insostenibilidad de nuestro modo de producción y consumo. La pandemia de la COVID-19 no ha hecho más que poner de manifiesto la fragilidad sistémica de nuestra sociedad y economía mundiales con todas sus desigualdades.

“Para lograr una sostenibilidad auténtica y duradera será necesario abordar también las desigualdades sociales. Esto plantea la cuestión de la gobernanza: ¿cómo garantizamos el acceso a los recursos y un medio ambiente limpio para todos?”, Hans Bruyninckx, director ejecutivo de la AEMA.

Crisis

Desde 1950, la población mundial se ha incrementado en más del triple, hasta alcanzar casi 8 000 millones, y el rendimiento económico se ha multiplicado por doce. Este inmenso crecimiento ha sido propiciado por un enorme aumento de nuestro uso de los recursos naturales como la tierra, el agua, la madera y otros materiales, en particular los minerales y los recursos energéticos.

Esta «gran aceleración» ha sacado de la pobreza a cientos de millones de personas, pero ha perjudicado los ecosistemas y ha provocado el cambio climático. A escala mundial, el 75% del medio ambiente terrestre y el 40% del medio ambiente marino se han visto gravemente alterados. La combustión continuada de combustibles fósiles, los cambios en el uso de la tierra y la deforestación liberan a la atmósfera gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático.

En la actualidad, la globalización, en especial a través de una mayor digitalización, conecta prácticamente todos los rincones del planeta mediante una serie de rutas comerciales consolidadas, que garantizan la entrega de materias primas, piezas o productos finales a los consumidores mundiales de un mercado global.

Se prevé que la demanda de recursos materiales se duplique de aquí a 2060, y ya estamos consumiendo lo que tres planetas Tierra pueden proporcionar. Además, en la actualidad somos incapaces de evitar que grandes cantidades de residuos acaben en el medio ambiente y se espera que la generación anual de residuos aumente en un 70 % de aquí a 2050. Los objetivos de neutralidad en carbono o los equipos de TIC pueden ejercer aún más presión en los suministros de tierras raras y minerales, ya muy explotados.

La COVID-19: ¿un breve descanso a la crisis de los mercados mundiales?

La COVID-19 y las medidas de confinamiento han afectado, en cierto grado, a los patrones de consumo y producción. Algunos sectores, como el del turismo o el de los viajes, han sufrido su impacto directamente, y numerosas cadenas de suministro también se han resentido.

El cierre de las instalaciones de producción de China y otros países exportadores durante los primeros meses del confinamiento generó retrasos en las entregas de algunos productos, al mismo tiempo que el accidente marítimo que bloqueó el Canal de Suez durante días provocó una escasez de productos y retrasos en los mercados europeos. La COVID-19 no solo interrumpió las cadenas de suministro mundial, sino que también provocó una reducción de la demanda.

La pandemia puso de manifiesto que entre nuestra economía y nuestras sociedades existe una estrecha conexión y una relación de interdependencia. Ya sea de carácter sanitario o económico, una crisis puede expandirse fácilmente y sus repercusiones pueden sentirse en todo el mundo, salvo que se lleve a cabo una actuación común coordinada y decisiva en sus inicios.

Crisis de la COVID-19

La COVID generó asimismo una mayor demanda mundial y un mercado en expansión de los equipos de protección individual, como mascarillas y guantes. Es comprensible que se haya primado la preocupación por la salud frente a la preocupación por el medio ambiente respecto de la utilización de plásticos de un solo uso.

Al mismo tiempo, la ralentización económica provocó una reducción de la producción de envases de plástico en la UE. Estos cambios pueden afectar a los avances de la UE en materia de los objetivos fijados con anterioridad a la pandemia. Un informe de la AEMA, cuya publicación está prevista para este mes, examina los efectos de la COVID-19 en el plástico de un solo uso en el medio ambiente en Europa.

En su segundo año, la COVID-19 representa diferentes crisis en función del país. Los países con índices de vacunación altos están empezando a levantar las restricciones una por una y están cada vez más cerca de una sensación de normalidad. Ahora que ya se han alcanzado más de setenta dosis administradas por cada cien habitantes, los Estados miembros de la UE están centrándose en la crisis económica y los planes de recuperación.

Desigualdades

Las actividades económicas y el consumo están remontando de nuevo. Al mismo tiempo, la crisis sanitaria sigue propagándose con rapidez en países con un acceso muy limitado a las vacunas, lo que pone de manifiesto las desigualdades a escala mundial que existen en un mundo muy conectado.

La pandemia también ha dado lugar a una cierta reflexión y actuación en relación con estas desigualdades, urgiendo a los países de renta más alta o aquellos menos afectados por la pandemia a ayudar a otros proporcionando suministros médicos, respiradores y ahora, vacunas.

El mes pasado, los líderes de la UE se comprometieron a donar 100 millones de dosis de vacunas contra el coronavirus a los países necesitados. Este anuncio vino seguido de un compromiso de los líderes del G7 de donar 1 000 millones de dosis a los países de menos ingresos en 2021. Lamentablemente, estas cifras siguen siendo considerablemente inferiores a los 10 000 millones de dosis necesarias, según la OMS.

Distribución desigual de los recursos, impactos y beneficios

El informe Perspectiva de los Recursos Globales 2019 del Panel Internacional de Recursos confirma que el uso de los recursos naturales y los beneficios e impactos medioambientales relacionados con dicho uso se distribuyen de manera desigual entre los países y las regiones. Los países de ingresos altos, como los Estados miembros de la UE, siguen consumiendo significativamente más materiales y provocando un daño medioambiental mucho mayor que el grupo de países de ingresos bajos.

El nuevo Plan de Acción de la UE para la Economía Circular de marzo de 2020 es la piedra angular de los esfuerzos de la Unión Europea en relación con el uso de los recursos. El plan incluye una amplia gama de acciones que abordan el diseño de los productos, los procesos de la economía circular, el consumo más sostenible y la prevención de residuos.

Reclama y especifica acciones en cadenas de valor de productos clave, en particular, equipos electrónicos y de TIC, baterías, envases, plásticos, textiles, edificios y construcción, y alimentación, agua y nutrientes. Constituye, como tal, uno de los principales componentes del Pacto Verde Europeo (la respuesta global de la Unión Europea a los retos medioambientales, climáticos y socioeconómicos) y reviste una gran importancia para orientar las inversiones tanto para la recuperación tras la COVID como para una transición sostenible de nuestro modelo económico.

La dimensión social y la cuestión de la gobernanza son la clave para una reconstrucción a mejor

En la AEMA, hemos adaptado en gran medida nuestro trabajo para realizar un seguimiento del medio ambiente, avanzar hacia la circularidad y encontrar opciones de políticas y modelos de negocio circular en torno a esas cadenas de valor de productos clave.

Seguiremos apoyando a los responsables europeos de la elaboración de políticas en relación con las cadenas de valor de los productos clave y contribuyendo en las evaluaciones de los recursos a escala mundial a través del Panel Internacional de Recursos. Ahora que la economía empieza a recuperarse, ¿seremos capaces de reconstruir a mejor?

Conseguir un uso sostenible de los recursos en Europa y en todo el mundo exige cambios fundamentales en nuestros sistemas de consumo y producción. El auténtico reto va mucho más allá de desarrollar procesos de producción más eficientes.

Lograr una sostenibilidad auténtica y duradera exigirá abordar también las desigualdades sociales. Esto plantea la cuestión de la gobernanza: ¿cómo garantizamos el acceso a los recursos y un medio ambiente limpio para todos? La AEMA seguirá integrando la dimensión social y la cuestión de la gobernanza en los debates relevantes sobre políticas y evaluaciones…

Fuente: Hans Bruyninckx / Director Ejecutivo de la AEMA, Ambientum

Artículo de referencia: https://www.eea.europa.eu/es/articles/vivir-en-una-situacion-de,