Tengo en mis manos, / los pétalos de tus palabras.  Gritos con restos de noes. / Estigmas temblando / en la presencia de un: / ¡Tú harás lo que yo diga! / El zumbido constante / del pánico, aterrizando / en las uñas, en el pelo, / en la tesitura gris del odio. / Tengo en mis manos / los pétalos de tus palabras. / Alas en la humillación. / Palabras labradas / en carne y hueso, / sobre el regolito / de la oscuridad. / Un alacrán esculpe / con su cola, / versos que te salvan. / Tengo en mis manos / los pétalos de tus palabras. / Ecuaciones imposibles, / no hay en ellos sumas, / salvo la de darte / cobijo. Versos, / como bálsamo / de tus heridas. / Antídoto del veneno / que supura la tinta del dolor. / Los pétalos de tus palabras, / tiemblan en mis manos / mientras los arrullo. /Hay un pellizco / en el búcaro de mi vientre, / mientras leo esos silencios /  donde la vida / lucha contra la vida. / Donde un puñado de sinrazón, / vale más que mil deseos de amor. /  Los pétalos de tus palabras,  / han dejado luces / en las venas de la mujer / que soy en ti, /  de la que tu eres en mí, / y también en las del hombre, / que algún día recorrerá / con entrega, tus fibras, / y dirá tu nombre / con los dientes de la calma.

El silencio reinaba en la sala de la residencia. Romualdo, Remi, Rosa y todos los que habían acudido a la charla sobre el maltrato, masticaban en silencio los versos del poema que les habían leído. La autora, quería homenajear con este poema a una mujer que había sido pasto del maltrato por el simple hecho de haber nacido mujer.

Remigio lloraba en silencio. Se levantó y se dirigió a los demás:

-Quizás de ahora en adelante me repudiéis, me odiéis,  pero he de ponerme delante de mí mismo, con vosotros como testigos, creo que es una manera de poder soltar el enorme peso que acarreo desde hace mucho tiempo. Yo, yo….. fuiiii…

Romualdo se levantó y le abrazó. -No tienes que hacerlo, yo sé lo mucho que estás sufriendo por tu pasado. Las palabras de su amigo y compañero le dieron fuerza. Se sonó la nariz, se limpió las lágrimas:

– Yo fui maltratador hace mucho tiempo. Sé que hice mucho daño, mucho, a las dos mujeres más importantes de mi vida, a mi madre y a mi compañera. Solo quería que supierais que estoy sufriendo mucho por culpa de mi pasado. También quiero decir que si no fuera por el instinto femenino que todos llevamos dentro, yo no hubiera sido capaz de darme cuenta de la ponzoña que iba sembrando a mi alrededor.

Mordida existencial: Vaya la mordida de hoy para Marina Díez, una jovencísima poeta, escritora y editora, que en su poemario “Despierta” nos demuestra lo importante que son las palabras, los verbos, la comunicación escrita, por la cual, el lector vive en la intimidad de su ser, los versos que marcan con piel las palabras escritas en ellos.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.