Eres la luz de la palabra amor, / y de la palabra calma, / y de la palabra “somos”. / Eres el río donde / lavé mis lágrimas. / Madre y compañera, / por poco tiempo, sí. / El tiempo se cebó contigo, / te redujo a un moratón / antes de que tu piel / comenzase a mudar. / El tiempo te llevó una mañana / de domingo. Hacíamos la masa / para los churros. Y de pronto / escuchamos el bramido / de la bestia desde la habitación. / -¡Hija de puta, ya ha vuelto / a cambiarme de sitio las camisas! / La masa de los churros, / se volvió víscera aplastada. / Me escondiste en la despensa. / El tarro de las aceitunas  /  se lanzó al vacío. / La miel se convirtió en brea. / Las patatas se suicidaron / con sus propios guíos. / Supe que era el fin del mundo, / el fin del mundo mío. / Ya no tus ojos, ya no tu risa, / ya no tu “calma cariño”, / se le pasará…, es algo bruto, / pero nada más. /  Ahora sí, ahora era de verdad / nada más. Nada más que yo / con la soledad cargada /  en el saco de la vida. / Nada más que yo, /  pujando por tu asesinato / todos los días venideros. /  Cuando acabó contigo, / se lanzó al vacío, / como el tarro de aceitunas. / La justicia nunca podrá alcanzarlo.

Las lágrimas caían espesando el recuerdo, tuvo que levantarse a beber agua y calmar un poco el cuajo que le había producido el poema de su alumna Ghada. En su alma brotaron días de veneno y de rabia. Brotaron las amapolas de la oscuridad. Ella allí, en medio de un charco de angustia mas grande que la propia muerte. El timbre de la puerta, trepanándole la víscera de la vida. El miedo, el miedo, el miedo. Respiró hondo, echó otro trago de agua. La vio en la puerta de la escuela, cuando iba a buscarla para ir juntas al parque. ¡Cómo lo pasaban! Allí a su lado, la merienda era un alimento sagrado. Tenía las manos llenas de mimos, era un alma libre que destilaba cariño por los cuatro costados. Decidió salir a dar una vuelta, tenía que encajar otra vez el recuerdo y volver a casa sosegada para terminar de corregir los ejercicios. De vuelta a casa volvió a leer el poema. Y el título… se dijo para sí: “Ellas somos así”, es un canto a la unidad, utiliza la discordancia numeral para hacer un todo de cada una, para respirar la esencia del ser que existe en cada uno, sea hombre o mujer.

Mordida existencial: Mil veintisiete mujeres asesinadas desde que se comenzó a contabilizar el feminicidio. Sólo en este año llevamos cincuenta y una ausencias. Todas esas ausencias son un canto a la desigualdad y a la falta de luz en el cerebro común al que todos los seres pertenecemos. Ellas son así, quiere ser una aportación de existencia

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.