Ya apunta la luna su luz en la plaza. / En la piedra durmiente, se despierta la gracia.  / La luna viene a escuchar, los versos, / las vidas, los colores de la noche, / que se encienden los viernes de Ágora. / Un misterio errante, posa su vuelo / en el anfiteatro de las musas. / Una mano invisible coloca palabras / en las sombras. Dime verso de quién eres. / Soy de las sombras, y del lucero del alba, / y de todos y de nadie. Soy de las piedras, / de la lluvia, de la helada / que hoy siembra de vaho las palabras. / Esa hermosa criatura que es el Ágora, / me provoca ganas,  me crea savia, / me ofrece un río de pasiones / con la profunda emoción de su enseñanza. / Allí soy todo y nada. Soy espina y pétalo / del viento que me mece entre los versos, / que habitan el latido. Latido es ser / urdimbre, polvo de existencia, ser. / Latido de ser el ser que se adhiere / a los que cantan, o lloran, o aman, / o dejan un poso de su alma en el aire. / El poema crece en cada Ágora, / se teje con cada sueño escuchado. / Cada último viernes de mes / Ágora nos viste de versos, / donde nadan misterios y calmas.  / Ágora es esa cálida manta, / donde resguardarnos / de las intemperies que nos amenazan. / En Ágora, las piedras hablan, y cantan, / y ríen, acaso alguna llora, y otras, / otras hasta saben respirar en…  / lo que no se debe nombrar. / En Ágora, hasta las piedras versan / con poemas, lo inexplicable. /  Solo hay una palabra para acoger / los versos que nos regalas Ágora: / Gracias. Gracias. Gracias. / Gracias. Gracias. Gracias. / Gracias. Gracias. Gracias…

Hay un precioso relato que se está tejiendo en la urdimbre de todos los que se acercan al anfiteatro de la plaza de San Marcos, cada último viernes de mes. Este que acaba de pasar, era un poco más especial, si cabe, ya que se cumplían cinco años de vida de un proyecto que pusieron en marcha unos pocos, y que se ha convertido en el proyecto de muchos. En la celebración de tan extraordinario acontecimiento, que es llegar al quinto año de vida y cumplir sesenta Ágoras se publicó el tercer libro que ha dado esta manifestación de libertad, respeto, humildad, acogimiento, rutina, respeto, amistad…, en donde la poesía no compite, se comparte. Uno de sus iniciadores, Ramiro Pinto Cañón, lo ha dicho y recordado siempre, tanto, que es un lema para todos los que acuden al anfiteatro a compartir sus versos, pero sobre todo a los que allí sentados escuchan, se impregnan del poso mágico que va quedando en cada uno cuando al fin, los versos, son consumidos por todos los escuchantes. Ágora es poesía y poesía es hacer que los versos de los otros te enseñen a ver el camino del otro que hay en tí, a compartir los desvelos del prójimo, a necesitar volver a la próxima Ágora para tomar ese alimento tan especial que es el verso cuando vuela y se te posa en la solapa. Entonces tu lo coges, lo acaricias, y lo vuelves a soltar para que llegue a la siguiente solapa.

Mordida existencial: Una buena mordida de cariño para todos los que forman la familia de Ágora, desde las responsables de ese chocolate y bizcochos tan exquisitos, pasando por electricistas, fotógrafos, versistas, y todos los que tienen un trocito de su piel expuesto al vuelo de la poesía. La poesía no compite, se comparte. Gracias Ramiro y todos los que cuidáis el Ágora, gracias por este espacio de fe y de creación, de humildad y de amistad. ¡Gracias. Siempre gracias!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo, León.