Remigio lee en uno de los bancos que hay en el patio de la residencia. Los rayos del sol le calientan las piernas, poco a poco, sus párpados se cierran.

Rosa y Rosalina, se sientan en otro banco, enfrente de Remi, y sonríen mientras contemplan la sonrisa de éste. –Se ve que está soñando con alguna cosa bonita. Dice Rosa.

Rosalina mientras tanto se levanta rápida del banco para recoger el libro que su amigo tenía entre las manos y que se va resbalando. Lo recoge justo antes de que llegue al suelo. Las dos mujeres se ríen, entonces Remi abre los ojos, y también sonríe. Ha echado una mini siesta que le ha sentado de maravilla.

Remigio saca un papel del libro y les conmina a que le escuchen:

– Poner atención “muchachas”, quiero leeros el comienzo de la redacción que nos han mandado escribir al respecto del otoño.

– Tu puedes poner que es la estación de los buenos sueños. Dijo Rosa con desparpajo. Rieron los tres a mandíbula batiente hasta que Remi aclaró la voz y se puso en acto de lectura:

La tarde declina lentamente y espero sentado solo en el banco de la vida. Parece que el otoño revuelve los recuerdos y uno se pone nostálgico. Os recuerdo a ti mamá y a ti, mi querida compañera, cuando había días buenos, que eran los menos, y todo por culpa mía. Aún no he purgado mi culpa, siempre llevaré el mazo del maltrato a mis espaldas. Pero eso ya lo sabéis, lo he contado en varias ocasiones, así que cambiando de tercio, tengo que decir que las tardes de principios de otoño, son mágicas, tienen un halo de verano y una capa fresca de los días que ya van entregando minutos a las sombras. Otoño es la frontera entre el rigor del calor y la tiritera de las heladas de invierno. Otoño es la franja que separa la madurez con la madurez doblada. Otoño nos regala  frutos maduros muy jugosos. Hay que hacer acopio de fuerzas, prevenir la quietud del invierno, aprovechar los rayos de sol que aún calientan con alegría al retestero.

Rosa y Rosalina aplaudieron cuando Remi terminó de leer.

Mordida existencial: Este otoño que comienza, va a ser un otoño muy difícil, por no decir imposible, para muchas mujeres afganas. Ellas no podrán disfrutar, verbo prohibido, solo podrán sobrevivir. Ellas serán hojas caídas del árbol del miedo.

Manuela Bodas Puente. Veguellina de Órbigo.