La batalla decisiva estaba a punto de empezar. Ambos contendientes habían preparado a conciencia sus armas y sus estrategias. Se conocían desde hace mucho tiempo y se habían enfrentado en otras mil batallas menores con resultados alternativos. Pero ahora era diferente.

Los guerreros de ambos bandos, mezclados unos con otros en la inmensidad del mundo, sabían que la batalla era dura, que tendrían que pelear con todas sus fuerzas para poder derrotar al enemigo. La moral era alta pero las fuerzas escasas.

En un momento, todo estalló.

Cada guerrero buscaba a su alrededor enemigos con los que luchar. Los guerreros de las tinieblas se acercaban a sus enemigos y les contaban historias plagadas de insidiosas mentiras y los guerreros de la luz trataban de defenderse tratando de convencer a sus oponentes con la verdad que

ellos sabían. La batalla duró mucho, mucho tiempo, pero a medida que las

fuerzas oscuras avanzaban, los otros se daban cuenta que la batalla estaba perdida, que muchos de ellos se habían pasado al enemigo, convencidos de las mentiras, mientras que casi nadie de los mentirosos se había pasado al bando contrario. Era muy difícil convencer con algo que no siempre es mas bonito que lo opuesto, que casi siempre requiere mas esfuerzo y pesa más sobre la conciencia.

Y, poco a poco pero de forma inexorable, la mentira se adueñó del mundo. Las personas decían mentiras casi sin darse cuenta. Era una forma de vivir. Se habían acostumbrado tanto a ello que apenas si se daban cuenta de nada. Todo el mundo tergiversaba las cosas, ocultaba hechos o contaba sucesos inexistentes. O decían verdades a medias, que es otra mentira más insidiosa si cabe.

La guerra acabó y el mundo siguió. Y la oscuridad reinó entre los hombres y mujeres del reino.

Años después, en una capital de provincia lejana de un pequeño reino al que nadie le importaba, un hombre soñó con la verdad y decidió que merecía la pena intentarlo. Durante años vivió la ilusión de hacer algo, de sacar adelante ideas positivas. Por ello luchó durante muchos años y, aunque al principio tuvo que enfrentarse a los prejuicios sociales y a la tendencia a la comodidad de una sociedad burócrata y acomodada a rutinas idiotas, logró que su idea de crear cosas, de mejorar aquellos aspectos que eran mejorables, de competir con las mentiras de antaño que estaban implantadas, saliera adelante. Como nadie le conocía y podía pasar desapercibido, su vida transcurrió sin sobresaltos y poco a poco fue creando, a su alrededor, una conciencia de luz.

Pero los guerreros de la oscuridad no dejaron de acecharle y trataron de hundir sus proyectos. Aquello podría servir de ejemplo para otros y era un peligro para la sociedad imperante. Las ideas que habían logrado imponer, podrían correr peligro y decidieron ponerse en marcha. Era mejor abortar los intentos que dejar que fructificasen y dieran lugar a otra guerra. Ya habían vencido y no querían que peligrase su trabajada victoria. Y, sobre todo, no querían que peligrasen sus puestos y privilegios.

Para ello, empezaron a sembrar cizaña entre los miembros del grupo, comenzaron a engañar a algunos, a prometer a otros, a sobornar a los de más allá y a intentar confundir a los demás. Sin embargo, la luz era fuerte y el proyecto sobrevivió durante algún tiempo.

Pero uno de sus miembros, no conforme desde el principio con la posición dentro del grupo que por su inteligencia le correspondía, puso oídos a los cantos melodiosos de la mentira y la traición. Su cobardía, su ambición desmedida y se pretencioso orgullo no le dejaban vivir del todo con la verdad. Y sucumbió.

Fue sembrando pequeñas mentiras entre los miembros del grupo, al principio medio verdades, verdades a medias, pequeñas mentirijillas de broma, pequeños chismorreos que no iban a ninguna parte. Se dedicó al cotilleo, a saber cosas que no le importaban de los demás, a sacarlas a la luz, a difamar, a inventar sobre la nada. Y poco a poco se fue creyendo sus mentiras, vio que ello le hacía tener mas poder y el reino de las sombras le premió con lisonjeras esperanzas de una vida mejor.

El proyecto fue encontrándose cada vez con mayores trabas, torpedeado por aquellos que antes lo apoyaban pero que ahora desconfiaban porque habían escuchado al traidor. Y el traidor se hizo más traidor y más malvado y escaló posiciones y se convirtió en uno de los héroes del proyecto. Todo se vino abajo.

El rey de las sombras sonrió. Nuevamente su reino total estaba en calma, sus súbditos eran obedientes y le adulaban y él se creía sus propias mentiras. El era el mejor, el más sabio, el más guapo, el más inteligente. ¿Quién podría llevarle la contraria?

Las tinieblas vencieron otra vez a la luz. Todo se apagó y se eliminó la ilusión de la faz de la tierra.

Pero algún día, en algún rincón de otro reino, alguien….

 

Angel Lorenzana Alonso