La leyenda del gigante Azul cuenta que cuando el enorme ser despertó de su sueño de cientos y cientos de años, tenía mucha sed, pero se dio cuenta de a su alrededor no se veía ninguna fuente, ni río, ni lago dónde beber, habían desaparecido todos los manantiales que él recordaba antes de caer en aquel largo sueño. Él no lo sabía, pero los hombres, a base de cambiar los cursos de los ríos, de anegar manantiales, de destrozar las aguas con detritus, productos químicos y mil tropelías más, lograron dejar a Tierra seca.
Tenía que encontrar pronto agua para seguir vivo, precisamente se llamaba Azul, por su color, su cuerpo estaba formado interiormente por una gran proporción de agua. Anduvo durante algunas jornadas buscando el líquido tesoro, pero no encontraba ningún lugar donde calmar su sed. Se derrumbó en el suelo a descansar un poco, al despertar contempló el mar no muy lejos. Tendré que beber agua salada, se oyó en voz alta. Así que comenzó su camino en dirección al océano. Llegó extenuado, y se metió hasta el fondo para dar largos y enormes tragos de agua. Cuando se sació, salió y se tumbó en la playa, menos mal que la playa tenía muchos kilómetros de larga, de lo contrario no habría podido tumbarse.
Un eructo salado le hizo incorporarse para quedarse sentado. Esta agua no está rica, se dijo para sí, creo que no me va a sentar bien. Tengo que pensar algo para solucionar esta sequía de agua dulce que padece Tierra. Estuvo un buen rato barruntando mientras se deleitaba con la mágica música de las olas al lamer la orilla.
De pronto se le ocurrió. Ya sé, voy a beber todo el agua que pueda llevar en la boca, y luego subiré a aquella cima tan alta, allí expulsaré el agua de la boca y se condensará formando nubes, que luego darán lluvia y así se volverán a llenar los ríos y los lagos. Le costó muchos viajes, pero lo consiguió. Así es como cuentan que Naturaleza volvió a tener agua dulce.
Lamiguería: ¿Cuánto nos puede durar, al ritmo de consumo que llevamos, el agua dulce que nos da la vida? Es triste pensar que no tardando, solo quedarán migas de agua que no podrán abastecer ni las necesidades mínimas. Ahora que no vendrá ningún gigante Azul a ayudarnos, debemos aunar esfuerzo y poner todas las expectativas en cuidar a Naturaleza para que las generaciones venideras puedan saciar su sed.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.