Volvió a ponerse de rodillas sobre la arena, levantó una de las piedras que configuraban el cuévano en donde nacía el arroyo. Sus pupilas repasaron por enésima vez el entorno, pero nada, allí no se notaba ni un atisbo de humedad; palpó otra vez con sus manos el surco reseco por donde otrora corriera un pequeño cauce cristalino y puro. A ella se lo enseñó su madre, a su madre la suya, y así generación tras generación, supieron siempre que en aquel pedregal por el que pasaban al menos una vez al año, en su vida nómada, siempre encontrarían agua. Levantó su mirada al cielo, corroído por la neblina de la calima que todo lo enrojecía. Hizo visera con una mano para mirar hacia el horizonte, el desierto se había comido aquel pequeño vergel en donde hacían acopio de viandas y agua para el camino. Recordó el rico sabor de los dátiles que en racimos ocres, asomaban por entre las hojas de las palmeras. Cerró los ojos y pasó la lengua por los labios, le pareció sentir aquella delicia por unos segundos. Aquello despertó aún más la enorme sed que tenía. Agitó la cantimplora, destapó y se la puso enfrente de la boca, pero solamente consiguió que una tímida gota resbalara por sus resecos labios al interior de su boca. Luego se dejó caer en la arena y se dejó arrullar por una brisa oscura que la fue envolviendo.

  • ¡Corten! Esta escena es válida. Tendremos un descanso para almorzar.

Neuronada: Esta escena fue una de las que menos nos costó rodar. Estábamos a finales del año 2.023, y Tierra estaba tan castigada que el desierto cubría buena parte de la superficie terrestre. Se temía una gran revolución por causa de la falta de agua. Me habían encargado rodar un corto que mostrara el desastre al que nos enfrentábamos, así que me puse a preparar el guión y no se me ocurrió mejor título que “Ultima gota”. Y allí estábamos rodando, cierto era que no tuvimos que buscar mucho el paisaje ni las localizaciones ya que tal y como se describe en la escena anterior, el desierto ya era nuestro camino. Hoy en el año 3.023, el corto se ha repuesto en el mismo sitio donde lo rodamos, que vuelve a ser un vergel gracias a que Naturaleza nos movió hacia el subsuelo. De no haber estado estos mil años bajo Tierra, la humanidad posiblemente no existiría, su huella, añadida también a los ciclos naturales del universo, habría dejado tanto impacto que ya seríamos fósiles de la galaxia.

Ahora en 3.023, la humanidad está volviendo a la superficie terrestre, Naturaleza cree que hemos aprendido la lección. ¿Tú, compañero lector, también lo crees así?

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.