-¡Eileen, Eileen! Retumbaron durante toda la noche las voces desesperadas de sus padres y de todos los migrantes que estaban en el grupo de iraquíes que intentaban pasar a Polonia en una zona cercana a Sidra, una localidad a unos 20 kilómetros de la frontera con Bielorrusia.

Eileen tiene cuatro años, y su cuento de Navidad es más duro que las congeladoras temperaturas que están soportando los desplazados en aquellas tierras.

– Eileen, no tengas miedo, ven conmigo, no temas al lado oscuro del bosque. Soy Elfo, confía en mí. Anda ven, tómate este chocolate calentito y cuéntame de dónde vienes. La pequeña, alentada por Elfo y por el calor del chocolate, sonríe desde sus dos hermosos luceros, le cuenta que quiere volver con sus papás, a su casa.

-¿Sabes, tengo que ir sin falta a mi habitación, allí quedó Sabrás, mi osito enfermo, si no le cuido yo, qué será de él? Las lágrimas pueblan las mejillas de la niña mientras la nieve cae fuera del tronco donde vive Elfo.

– No llores, vamos a practicar mi conjuro mágico, y podrás ver a Sabrás.

Eileen miró a Elfo con sus enormes ojos frunciendo el ceño, no entendía como Elfo podría conseguir lo que le decía.

Pero Elfo la tomó de la mano y se la llevó fuera. – Vamos a buscar la hierba poderosa que todo lo ve. Caminaron durante un pequeño trecho hasta llegar a unos matojos de hojas brillantes casi negras. Elfo cogió unas cuantas y regresaron al tronco. Elfo coció las hojas, cuando enfriaron, bebió un buen trago del mejunje y le dio de beber a Eileen. Tomó una piedra de cuarzo que guardaba en una caja, la frotó y se la acercó a la pequeñina que no daba crédito a lo que veía. Allí estaba Sabrás, en el mismo sitio de siempre y le hablaba: – No te preocupes por mi pequeña, sé que volverás a buscarme cuando el lado bueno de la vida te sea favorable.

Eileen despertó acurrucada bajo el hueco de un árbol, amanecía en la frontera donde los cuentos de Navidad, solo hablan de muerte, hambre, poder (no mágico precisamente), bajeza humana y sufrimiento.

Dinosaurio aplaudió mucho. – ¡Qué barbaridad! Esta muchacha tiene imaginación y se sabe muy bien la historia de los humanos. Querido primo, tus hijos están muy bien instruidos, te doy la enhorabuena. Este viaje está siendo muy provechoso. Me alegro mucho de haber venido.

Neuronada: La historia de Eileen, no es inventada, es una terrible realidad que está sucediendo en ¿el primer mundo? Ojalá esta Navidad tuviera un cuento feliz, pero para muchas personas en la Tierra, ¿qué cuento de Navidad se hará posible?

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo