El responsable del Servicio de Rehabilitación del Hospital San Juan de Dios de León, centro que ha recibido entre enero y septiembre a 156 pacientes derivados del CAULE tras sufrir un accidente cerebrovascular, confiesa –en el marco del Día Mundial del Ictus- que “su ausencia, a consecuencia de las restricciones impuestas por la pandemia de COVID-19, no ha ayudado”.

 

El papel de la neurorrehabilitación en el ictus es vital, sobre todo al principio, ya que busca minimizar los déficits experimentados por los pacientes que han sufrido este episodio, así como facilitar su reintegración social. Sin embargo, como reconoce el doctor José Antonio Alcoba, la pandemia de COVID-19 paralizó unos tratamientos que, afortunadamente, se han retomado. “Ya están bajando al gimnasio, lo que implica una atención más completa gracias a la utilización de dispositivos para facilitar la bipedestación y la marcha”, asegura en el marco del Día Mundial del Ictus, que se celebra hoy bajo el lema ‘Unos minutos pueden salvar vidas’.

Pero, además, según subraya, la recuperación de su autonomía tras un accidente cerebrovascular es un proceso activo que requiere de la colaboración y el aprendizaje de la familia: “Es una pieza fundamental tanto para conocer la situación basal del paciente, al objeto de plantearnos unos objetivos, como de cara a su implicación en los cuidados”. En este sentido, confiesa que “su ausencia, a consecuencia de las restricciones impuestas por la pandemia, no ha ayudado”.

Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), el ictus, tras el infarto de miocardio, es la segunda causa de mortalidad en España, la primera en el caso de las mujeres, y también representa la primera de invalidez permanente y la segunda de demencia después del alzhéimer. Cada año, 120.000 personas sufren un accidente cerebrovascular en nuestro país, 6.000 en Castilla y León, pero el 90% de los casos se podrían evitar con medidas preventivas como seguir un estilo de vida saludable, evitar el tabaco o apostar por una alimentación sana. Porque la incidencia de esta enfermedad va en aumento, en paralelo al envejecimiento de la población y a unos hábitos de vida manifiestamente mejorables,

La repentina interrupción del riego sanguíneo en una parte del cerebro puede ser letal al ocasionar una rápida destrucción de las neuronas: dos millones por cada minuto. “El tiempo es oro”, subraya el responsable del Servicio de Rehabilitación del Hospital San Juan de Dios de León, centro que entre enero y septiembre ha recibido 156 pacientes derivados del Complejo Asistencial Universitario de León (CAULE) que han permanecido en el centro una media de 24,20 días. 

Actualmente, es la entidad neurológica que mayor número de ingresos genera en España (el 70% de los neurológicos) y una de las patologías que lleva aparejada una mayor estancia hospitalaria y, en consecuencia, un mayor coste. De hecho, el ictus es responsable de entre el tres y seis por ciento del gasto total sanitario.

Isquémico vs hemorrágico

Un ictus puede estar provocado por una arteria obstruida (isquémico) o por la rotura de un vaso sanguíneo (hemorrágico). “En un 80 por ciento de los casos se produce por la presencia de un tapón o coágulo”, explica el doctor Alcoba sin olvidar las señales de alarma que alertan de un posible episodio: debilidad repentina o adormecimiento de la cara, el brazo o la pierna, especialmente de un solo lado del cuerpo; confusión súbita, alteración del habla o del entendimiento; problemas repentinos en la vista en uno o ambos ojos; dificultad repentina para caminar, mareos, pérdida de equilibrio o de la coordinación; y dolor de cabeza muy fuerte sin causa aparente.

“Es importante llamar rápidamente al 112 porque, dentro de las primeras horas, el ictus se puede revertir”, indica sobre una intervención temprana a la que, además, hay que “dar continuidad” con rehabilitación para mejorar el pronóstico de unos pacientes que, en dos terceras partes de los casos, presentan secuelas.

El servicio de Rehabilitación de San Juan de Dios, que suma siete fisioterapeutas, ha tratado de llevar al límite las capacidades de 125 pacientes en el último año: de octubre de 2020 a septiembre de 2021. Para ello, se ha apoyado en una neuropsicóloga y una logopeda, ante los problemas del lenguaje y la deglución, y ha echado mano de técnicas como la electroterapia para estimular los músculos afectados.