-¿Dónde se esconde la conciencia humana Khaled? Le pregunto Adel, su primo. – Estamos en un mundo convulso Adel. ¿Pero el mundo ha sido alguna vez una balsa de aceite donde el humano muestre cordura, respeto y empatía?

Adel cerró el periódico donde se veía la fotografía del Aquarius, atracando en el puerto de Valencia. Asomó a la ventana desde donde podía observar una manifestación que había abajo en la calle: “¡Queremos a nuestros muertos!” Se leía en una de las pancartas. “Sin memoria histórica, no hay memoria” Era la frase de otra de las pancartas.

             – Ven mira, acércate. Increpó a Khaled. -¿Te das cuenta? Aún piden a sus muertos después de tantos años. Y los nuestros Khaled… ¿Qué será de nuestros muertos? ¿Y de nuestros vivos? Ambos se miraron emanando sal en sus miradas. Ambos desterrados de sus raíces por una guerra fraticida, como todas. Ambos con sus alas cercenadas por un destino, perdón desatino injusto. Se abrazaron, sin pronunciar palabra, fueron rememorando en sus fibras, todo el dolor acumulado.

             – ¡Bueno ya está bien! Se pronunció Abel, estamos vivos, aún podemos tener esperanza. Y… seguramente podamos volver algún día a nuestros territorios. Vamos a la cocina, creo que aún queda un pedazo de warbat, del que trajo Hala el otro día.

             La cocina, el warbat, la infusión, y la respiración de los dos jóvenes, formaron un halo de calma en el recinto físico de la casa y también en el recinto interno del corazón de cada uno de ellos. La vida sigue, nadie mejor que ellos lo sabían. Desde niños en el acantilado de las huellas perdidas de los suyos…

Mordida existencial: Vaya la mordida de hoy para Sol Gómez Arteaga y el exquisito trabajo escrito que nos deja en el libro de relatos titulado “El sol a la tinaja”.

Conocí a esta mujer hace pocos días, y me hice con el libro arriba referenciado. Estuvo varios días quieto encima de la mesa, el libro digo, esperando a que  terminara de leer el que estaba iniciado.

Tenía una consulta médica y como casi siempre, me llevo un libro que no sea muy voluminoso para ocupar el tiempo de espera. He de decir que casi me dio rabia tener que cerrar el libro cuando me tocó el turno. Luego en casa, literalmente me lo merendé acompañado de  una infusión. Es un libro que hay que leer y que hay que recomendar, para que el olvido no convierta en hojas muertas las horas asesinas y macabras de los sufridores. Un libro de, por y para la memoria. Apúntatelo: “El sol a la tinaja” de Sol Gómez Arteaga.       

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.