El Grupo de Neurobiología de la Universidad de León ha comprobado en ratas que el ácido 20AA tiene efectos neuroprotectores.

El Grupo de Neurobiología de la Universidad de León (ULE) ha comprobado en ratas el efecto protector de una nueva molécula para el tratamiento del ictus, tal y como ha dado a conocer la Agencia para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología (DICYT). En la información difundida se explica que cuando se produce un accidente cerebrovascular que afecta al suministro de sangre al cerebro, aumenta el estrés oxidativo de las neuronas, lo que incrementa el daño en el tejido nervioso y puede tener graves consecuencias.

Los científicos del grupo de Neurobiología de la ULE han estado probando agentes neuroprotectores y para ello utilizan moléculas que, según ha explicado a DICYT la investigadora Irene Fernández Ugidos, “modifican los lípidos de la membrana que recubre las células, lo que modifica su respuesta al ambiente que las rodea”.

Entre los agentes que han probado, ha sido el ácido 2-hidroxiaraquidónico (2OAA), molécula diseñada y patentada por la empresa Lipopharma Therapeutics junto con el grupo de Biología Celular Molecular de la Universidad de las Islas Baleares, que también participa en el trabajo, el que ha demostrado tener efectos neuroprotectores. Este hallazgo, que ha sido publicado recientemente en la revista científica ‘Biochimica et Biophysica Acta’, es de gran importancia ya que abre la puerta a un posible nuevo tratamiento.

REDUCCIÓN DE LOS EFECTOS DE UN ACCIDENTE CEREBROVASCULAR

En una situación normal, las células producen sustancias oxidantes que pueden afectar al ADN y las proteínas, en lo que se conoce como ‘estrés oxidativo’, pero lo pueden controlar hasta cierto punto. Sin embargo, una de las consecuencias del ictus es un gran incremento del estrés oxidativo, que causa graves daños.

En esta situación, los investigadores de la ULE han comprobado que el ácido 2OAA bloquea enzimas que contribuyen a la inflamación y al daño celular, de manera que administrar esta molécula contribuye a reducir los efectos del accidente cerebrovascular.

Por el momento, el estudio ha permitido comprobar que la nueva molécula tiene efectos protectores en el modelo de rata utilizado. Aunque los mecanismos de acción son equiparables hasta cierto punto con el ser humano, hay que tener en cuenta que, tal y como ha explicado Irene Fernández Ugidos, “las distintas especies responden de distinta manera”. Por ejemplo, -añade-, “las ratas son más resistentes a algunos fármacos que los humanos, ybademás los humanos tienen respuestas cerebrales mucho más complejas”.

Por todo ello, este trabajo representa una primera etapa de lo que puede ser una compleja investigación. Ahora comienza una segunda fase de estudios preclínicos, en la que se analizará su mecanismo de acción y su toxicidad y se probará en otras especies animales. “Si todo va bien se podrían empezar ensayos clínicos en humanos, pero es un camino muy largo. Lo único que podemos decir es que es una molécula prometedora para el tratamiento del ictus”, concluye la investigadora Irene Fernández.