David González Álvarez

Abro una botella de vino blanco y enciendo la tele. Pongo los Goya, pero lo de la botella también vale para La Sexta Noche. Al fin y al cabo, ambos son espectáculos que prometen más de lo son. Con una cosa a favor de los Goya, no está Elisa Beni, aunque sí Enrique Villén. Ambos miran en la misma dirección.

La tercera de Dani Rovira fue peor que la primera pero mejor que la del año pasado. Dicho  así parece que estoy escribiendo de episodios de la saga Star Wars. La edición anterior fue un despropósito. Todo lo que se pudo criticar lo criticamos. La hace dos una maravilla. Fue una excepción. Las galas de premios son lo que son. Como el fútbol que es siempre fútbol, once contra once y tal y tal… Tópicos, sí. Pero es lo que hay. Hay ocasiones como la del primer Rovira, Eva Hache y algunas conducidas por Rosa María Sardá que se salvan. Pasa lo mismo en los Óscar. Se pueden hacer dos cosas meter muchos números entre premio y premio y arriesgarse a cagarla (el porcentaje de error es superior al de acierto) o hacer una gala plana. La última fue la elección para este año. Todo correcto. Todo bien. Todo aburrido.

Los ganadores de los Goya

La intervenciones de Rovira entre galardón y galardón fueron contadas. Algo nos ha pasado a los espectadores con el malagueño. De ser el simpático oficial ha pasado a ser algo estomagante. Un buen monologuista (él lo es) no tiene que ser un buen actor de comedia. Tras el brutal éxito de Ochos apellidos vascos y su secuela, nos lo han metido hasta en la sopa. No hay comedia buena, mala o asesinable en la que no aparezca el novio de Clara Lago. El estar gracioso porque sí cansa y mucho, al actor y, sobre todo, al público. Seguramente, la cosa no sea culpa de Dani Rovira.

Con todo, algunas de sus intervenciones estaban bien, aunque daba algo de cosica ver el momento en el que se movía entre las primeras filas soltando hachazos a las principales stars de nuestro cine. La cara de “macho te estás pasando”se dibujo en muchos de ellos. ¡Qué poca cintura tenemos para esto en España! Aquí no habríamos aguantado a Seth MacFarlane. ¿Y luego nos sorprende Vista Alegre II?.

Entre las primeras filas estaba Geraldine Chaplin. Una de las cosas que más me gustan del mundo es su sonrisa. No sé por qué. Claro que, tampoco sé por qué me recuerda a al sonrisa de Aznar. Cuando decían que el ex presidente era Chaplinesco yo no pensaba en Charles, lo hacía en su hija. Hablando de política, estuvieron los de casi siempre. Que si Carmena, que si Rivera, que si Méndez de Vigo… En este terreno fueron poco reivindicativos. Frente otros años en este brillaron por su ausencia los comentario ácidos sobre el politiqueo patrio. Algún descubrirán que lo mejor que le puede pasar a la cultura española es que los políticos se olviden de ella. Cuando reparan en sus existencia o la quieren dominar (un beso Pablo Iglesia) o intentan destruirla (otro para ti, Mariano).

 El Goya de Honor fue para Ana Belén quien protagonizó un discurso bien hilvanado y en forma de homenaje a su profesión. Al verla uno no podía por menos que pensar ¡qué bien vocaliza! Claro que viene de esa generación que se formó en el teatro y que lo mismo te hace un Lorca que un Ozores, frente a la generación salida de estúpidas series de televisión (un besiAmaia Salamanca). Tuvo su punto de gracia su búsqueda desesperada de un vaso de agua. Fue una de las pocas ocasiones en las que el realizador estuvo fino, por cierto. Parecía tener la capacidad de pinchar momentos en los que no pasaba nada. No es que fuera un homenaje al cine dogma, también les pasó en TVE en algunas retransmisiones de las olimpiadas.

Arrasó en premios Un monstruo viene a verme, pero casi todos técnicos. La sorpresa fue para Tarde para la ira que además del premio a mejor película se alzó con los galardones a mejor dirección novel (para el actor Raúl Arévalo), mejor guión original y mejor actor secundario (Manuel Solo). Aunque para sorpresa la de Emma Suárez que hizo doblete con el premio a mejor actriz por Julieta y a mejor actriz secundaria por La próxima piel. Ésto solo lo había conseguido Verónica Forqué en 1987 cuando obtuvo los mismos premios por, respectivamente, La vida alegre y Moros y Cristianos. Al final, fue una sorpresa entre tanto momento plano. El premio a la interpretación protagonista se lo entregó su director, Pedro Almodóvar, pero con el mismo énfasis que si ganase al julepe. Pues eso.

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David González Álvarez

Fotos: Blog