(Se recomienda escuchar mientras se lee : 7th Sinfonía / 2º movimiento – Beethoven)

El tiempo lo rompe todo, el tiempo corroe, crece el óxido y las estructuras se rompen, los cimientos tiemblan, y hasta la piedra angular redondea sus cantos.

Las papeletas cayendo al ritmo de un Otoño romántico, la nostalgia por la bella armonía del dualismo cristiano con el que se dominaban los tiempos de España, alzaba Sexto director brazo izquierdo y al tiempo lo bajaba y subía el diestro, y los coros en la patria interpretaban una vieja canción que recordaba el viejo pacto del Pardo.

Hemos estado tan absortos en la interpretación que olvidamos que al terminar la interpretación habría que salir a la calle, enfrentarse a la realidad, donde ya no habrían hojas cayendo, ni otoños eternos. Habría una multitud morada exigiendo despertar de una ensoñación romántica, habría un puño y una flor sin hojas, gaviotas que vuelan despavoridas, porque España no es la canción de nuestro corazón, nuestro país es un lugar hecho a trozos que se mantenían juntos por la virtud cristiana, pero ya llegó Nietzsche a nuestras escuelas, Dios ha muerto. Y con Dios muere España.

El miedo viaja por Europa, se parece más al satélite joviano, un lugar frío pero convulso, destinado a esperar de su destino lo que su gruesa majestad celestial decida con su nombre angelical. Tenemos miedo de la crisis que parece irse como un mal dolor de estómago, tenemos miedo de los terroristas que bien podríamos decir aquello de “con la Iglesia hemos topado…” pues hay un aire medieval en todo esto… tenemos miedo de salir de España y ver un mundo mejor, tenemos miedo de volver a España y ver que siendo más cutres se vivía mejor, tenemos miedo de ser españoles y tanto miedo nos ahoga, solo decimos lo malo, no hacemos nada bueno, y mientras sale el Sol todos los Lunes, puntual recordando nuestras labores, y se activan las proteínas y vitaminas de nuestro cuerpo, y el ADN español trabaja y todos conseguimos sonreír el día y decir: “Vuelva usted mañana”.

Marte, porque hay que tocar todas las puertas del Olimpo, es nuestra salvación, si los hombres rojos no sirven sino para morir en funerales interminables, habremos de habitar la tierra del color bolchevique por ver si se contagia la virtud de compartir y de soñar.

El pato Donald abre la boca, nadie ríe, pero la gente vota por ver su programa, la tele sigue encendida. Amenizando el fin de año. Porque Mota, ni la del polvo nos deja la austeridad de los tiempos.

Occidente se descompone al ritmo de las procesiones nacionalsocialistas que recorren desde Washington hasta Austria el mundo entero, porque si bien la crisis fue blanca, colmaron el vaso los iraníes, los africanos, medio oriente y si me apuras el otro medio aún comunista, ¡qué barbaridad!

Las camisas , teñidas de estiércol, se hacen pardas por tanto profanar el nombre de la libertad. Y como los galos, España es un reducto de liberales, aunque solo sea porque no nos toquen la siesta.

España vive un 2016 ajena al mundo, con una derecha que hace crecer a la izquierda marxista, y una izquierda de floristería que hace gobernar a la derecha, estamos creando nuestro propio ecosistema, y no quedará lejos el día que podamos decir que hemos creado una “monarquía federal”.

España se reinventa mientras el mundo repite la historia a su alrededor, ¿será que nosotros no repetimos los fallos de la historia por el fracaso escolar? La ignorancia es felicidad.

Ya se acabó el pacto del Pardo, toca pensar. Se acaba la sinfonía toca trabajar.

Felices Fiestas y Feliz entrada de año 2017.

Hëlsëlen