Un 25 de noviembre más, conmemoramos el Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Este año se cumplen 10 años del nacimiento del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica, firmado el 11 de mayo de 2011 en Estambul. Dicho tratado entró en vigor en España el 1 de agosto de 2014 reconociendo todos los tipos de violencia ejercidos contra las mujeres: la violencia física, la psicológica y sexual, incluída la violación; acoso, matrimonios forzados, mutilación genital femenina, aborto forzado y esterilización forzada.

España fue uno de los primeros países en incluir el Convenio de Estambul en el código penal pero ya contaba con una Ley Integral de Medidas contra la Violencia de Género desde el año 2004.

Esta ley en su artículo 1 se marca como objetivos, entre otros, actuar contra la violencia fruto de la desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, establecer medidas de protección integral como prevención a las agresiones y prestar asistencia a las víctimas y a sus hijos.

En el mismo artículo se establece como acto de violencia de género todo acto de violencia física y psicológica incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.

Nuestro país es por tanto pionero en cuanto a legislación y actuaciones entorno a la lacra de la violencia de género.

No obstante se hace necesaria una revisión de la ley en la que a parte de proteger a las víctimas se tomen medidas firmes e inflexibles con los maltratadores. De esta forma se cerraría el cerco a la violencia contra las mujeres y se conseguiría una mayor eficacia legal que haría que cualquier maltratador se lo pensara dos veces a la hora de agredir a una mujer.

Es evidente que sólo con tener unas leyes bien estructuradas no es suficiente. La violencia de género sigue existiendo y es cosa de todos. Es un acto inaceptable e inasumible a parte de una violación intolerable de los derechos humanos y es imprescindible que mujeres y hombres caminemos juntos hacia su erradicación y no caigamos en divisiones que merman nuestro empuje en pos de la consecución de la violencia cero.

En estos tiempos de pandemia, la violencia de género podría considerarse como la otra enfermedad mortal y silenciosa que se cuela en todos los ambientes. La sufren mujeres de todas las condiciones y clases sociales, mujeres de ciudad y del mundo rural, mujeres de edad avanzada y mujeres que apenas son unas niñas (cada vez se detectan más casos de violencia de género entre nuestros jóvenes), mujeres con discapacidad…….Tenemos que estar alerta para detectarla , prevenirla y denunciarla a tiempo. 

Hemos de trabajar sin descanso desde las Administraciones públicas para contribuir a que todas esas mujeres puedan salir de esas situaciones de violencia y consigan desarrollar sus proyectos de vida sin miedo y mirando al futuro con optimismo. El Pacto de Estado contra la Violencia de Género firmado en 2017 fue un ejemplo de consenso político histórico cuyo espíritu de unidad frente a la violencia de género no debemos perder de vista. Ese es el compromiso que nos pide la sociedad y estamos obligados a cumplirlo.

Más allá de las leyes……….más allá de las administraciones………hoy aquí, en esta Plaza Mayor de La Bañezanos gustaría lanzar el mensaje más importante y directo a cada una de vosotras: “LA REVOLUCIÓN COMIENZA POR NOSOTRAS MISMAS”.

Tenemos que ser protagonistas principales de nuestras vidas. Podemos llegar tan lejos como nos propongamos. Y muy importante, tenemos alrededor muchas manos a las que agarrarnos llegado el momento si las fuerzas nos flaquean. Esas manos que nunca van a ser cómplices y si lo precisamos van a ser nuestra voz.

No pongamos límite a nuestros sueños. Somos valientes, inteligentes, duras…….vamos a poder con esto. Porque el final de la violencia contra las mujeres no es una utopía ni un sueño. Es el deseo de toda la sociedad. Un reto que trabajando juntos, codo con codo, mujeres y hombres, será pronto una realidad.