José Fuentes

LA SERIE EL BOSQUE DE EUCLIDES

Uno de los proyectos que llevé a cabo en el periodo del confinamiento por el Covid 19, fue una serie de imágenes múltiples que llamé “El Bosque de Euclides”.

Quiero hacer algunas reflexiones en torno a esta serie, con la intención de poder comprender mejor el sentido de la misma y a la vez compartir con el espectador esta inquietud una vez

finalizada la serie. Al ver la serie con una cierta distancia en el tiempo, puedo ver que surgió de una necesaria mirada hacia el interior a la búsqueda de elementos positivos para exteriorizarlos, tan

necesarios en un momento tan negativo y percibido entonces sin salida aparente.

EL SUEÑO DE EUCLIDES.

Euclides tuvo un sueño al final de la redacción de su magistral obra Elementos 1, que ha sido, durante muchos siglos, una referencia indiscutible. Establece en esta obra las claves de la

geometría plana que fueron la referencia para matemáticos, geómetras, arquitectos, etc… hasta mediados del siglo XIX. De su trascendencia da fe el estar considerado el libro más traducido

después de la Biblia.

Euclides tuvo una gran revelación: el que toda la Naturaleza que le rodeaba y que se presentaba caótica y aparentemente desordenada, había encontrado el hilo conductor para encontrar un

orden. El orden se concretó al descubrir los principios objetivos que regían la geometría. A las formas sencillas planas en las que estaban implícitos principios exponenciales y aplicables a los

numerosos campos de la actividad humana.

Su fascinación por los hallazgos en la geometría le impregnó de forma tan obsesiva que le llevo a soñar, y tuvo un sueño extraño y sorprendente. Soñó que se encontraba en un bosque. En el

bosque de sus sueños, los árboles no estaban colocados como en los bosques reales, en los que los árboles se disponen en el espacio profundo, sino que estaba situados todos en el mismo plano. La

mirada podía abarcar todo el bosque de una sola vez. El bosque se desarrollaba en un plano[1]superficie como las figuras en la geometría plana. Era como la continuación de su magna obra

Elementos, en el la que el discurso de la geometría plana trascendía el rigor matemático para mezclarse con la naturaleza.

Cada árbol se podía contemplar completo y el conjunto simultáneamente. En el bosque de sus sueños se ponía en entredicho el que “Los árboles no dejan ver el bosque” ya que el bosque se

configuraba como un gran mural de numerosos elementos yuxtapuestos en una progresión expansiva sin límites.

Si bien esto fue lo primero que impactó a Euclides, no fue lo único ya que observó que de los árboles surgían elementos con formas geométricas. Su capacidad analítica y deductiva había dado

un paso en su sueño introduciendo un factor creativo en lo geométrico. La pureza de sus deducciones y axiomas es integraban en la naturaleza, brotaban en ella. Era como si emergiera del

interior de la materia orgánica las formas intelectualizadas de sus deducciones matemáticas. Del aparente caos de la naturaleza, simbolizada a través de la infinita variedad de árboles y de formas

entre ellos, emergía la geometría haciendo visible la racionalidad oculta en lo aparentemente irracional. En el bosque Euclides vio como su pensamiento geométrico estaba aplicado al mundo

que nos rodea generando un mundo de una realidad paralela.

Lo tercero que observó Euclides era también algo inquietante: las formas geométricas que surgían en los árboles eran de colores. Con la presencia del color en lo geométrico se había introducido un

aspecto sensitivo que era compartido con lo racional.

A través del sueño a Euclides le fue revelada una experiencia superior: sus postulados se constataban aplicados a la naturaleza integrándose en ella y compartiendo los aspectos mas intangibles del espíritu

como era la belleza de las formas orgánicas y geométricas unidas al color como medio de conexión emocional con el espíritu. Los dos aspectos que caracterizan a la

condición humana habían encontrado una formalización bella, y después de recorrer el bosque y sentirse atrapado por un laberinto de sensaciones, el sueño se desvaneció y solo de este modo

pudo experimentar la grandeza de su aportación.

Pero ¿el color? … Que importante era en nuestra percepción del mundo… ¿Qué principios, axiomas y postulados lo explicarían?. Acertadamente intuyó que, al igual que las formas regulares seguían

unos principios objetivos, irrevocables, también el color debía de estar regido por principios similares. Fueron necesarios varios siglos para que se planteara el color desde postulados

científicos y su posterior reflejo en la creación artística.

El sueño era realmente revelador porque estaba viendo nuevos caminos que no había recorrido y que eran muy sugerentes.

Como una paradoja, también en su sueño se hizo la noche en el bosque, y en las geometrías de los árboles, lejos de quedar ocultas por las sombras, emergieron con un cambio sorprendente: lo que

antes era color, ahora era metal. Metales reconocibles como el oro, la plata o el bronce. Con la noche la inmaterialidad del color se convirtió en materia tangible, con peso y textura.

Al despertar de su sueño Euclides lloró porque lo que había logrado estaba muy lejos de lo que había visto en sus sueños y desde entonces, cada día se acostaba más pronto esperando que la

noche le devolviera al sueño tan revelador que había tenido. En su sueño, Euclides, hizo un recorrido de adaptaciones de sus teorías al mundo de lo concreto

que en la realidad fueron necesarios muchos siglos para que estos cambios se produjeran. Y fue un sueño feliz, porque se anticipó a lo que en sucedería siglos más tarde.

A Euclides, ese extraño sueño, le dio la posibilidad de ver las insospechadas consecuencias de sus teorías, de sus principios desarrollados a través de la historia y de las múltiples aplicaciones a la

realidad de sus intuiciones, tanto en el campo científico como en el humanístico.Es común que la realidad genere sueños imposibles, en este sueño de Euclides sucedió lo contrario:

los sueños se anticipaban a la realidad.