Asimov creó el concepto de la robótica mucho antes de que hubiera robots.

Muchos lo llaman “el padre de la ciencia ficción”. Nacido en Rusia en 1920 y se nacionalizó estadounidense durante su infancia, Isaac Asimov tuvo sin lugar a dudas una de las mentes más imaginativas del siglo XX.

Bioquímico de profesión y un verdadero polímata, escribió cientos de obras que abarcaron desde poemas graciosos hasta ensayos de divulgación científica.

Asimov hoy es muy reconocido por su visión: anticipó desarrollos tecnológicos décadas antes de que ocurrieran e incluso analizó qué impacto tendrían esas nuevas tecnologías para la humanidad.

La “Saga de la Fundación”, una de las series de ciencia ficción más famosas de la literatura, fue su obra más popular.

El programa de radio Witness, del Servicio Mundial de la BBC, recopiló recientemente varios extractos de entrevistas que Asimov dio a este medio a lo largo de su vida.

Estos tesoros del archivo permiten hacer un recorrido por las ideas del gran científico, que murió en 1992.

En 1975, Asimov le contó a la BBC cómo se le ocurrió escribir la serie Fundación.

“En los años 40 decidí escribir una especie de serie de relatos históricos del futuro, la historia de cómo cayó el Imperio galáctico y el interregnum que hubo antes del ascenso del II Imperio galáctico. Diré con franqueza que me inspiré en el libro de (Edward) Gibbon ‘Historia de la decadencia y caída del Imperio romano'”, confesó.

La “psicohistoria”

El primer cuento de la serie fue publicado en mayo de 1942. Está ambientada en un futuro lejano en el que los seres humanos no solo han colonizado la Vía Láctea sino miles de otros sistemas estelares, estableciendo una civilización que, como el Imperio romano, parecía destinado a durar para siempre.

Sin embargo, uno de los personajes principales de la obra, un científico brillante llamado Hari Seldon, cree que el poderoso imperio caerá. Se basa en una técnica llamada “psicohistoria”, un brillante concepto ficticio creado por Asimov.

La psicohistoria utiliza las matemáticas para predecir el comportamiento humano a gran escala.

“Esa idea la saqué de la teoría cinética de los gases. No puedes saber qué hará una molécula individual pero si lidias con cuatrillones o trillones puedes predecir de manera muy precisa qué hará el promedio”, explicó el famoso autor.

“Pensé que tal vez se podría hacer lo mismo con seres humanos: darte cuenta lo que harán enormes masas de personas, siempre y cuándo ellos no sepan de estas predicciones y cambien su comportamiento de manera acorde”, detalló.

Las historias de Fundación fueron compiladas en tres exitosas novelas. Fueron tan influyentes que eventualmente la ficticia psicohistoria se consideró la inspiración para una nueva disciplina científica real: la futurología.

Precoz

Increíblemente Asimov comenzó esta obra que dejó tanta huella cuando tenía apenas 22 años.

“Cuando tenía 9 años, comencé a interesarme en la ciencia ficción porque mi padre tenía una tienda de golosinas y siempre había revistas de ciencia ficción que yo leía”, relató.

“Como suele ocurrir con cualquier persona que lee ciencia ficción a una temprana edad y se enamora del género, eventualmente tratas de escribir una obra. Nunca escuché que esto no ocurriera”, señaló.

Ya de adolescente Asimov escribía y vendía cuentos cortos. Al mismo tiempo que empezó a escribir la serie Fundación también comenzó a enfocarse en el desarrollo futuro de robots.

En sus míticos relatos sobre este tema, compilados bajo el nombre “Yo, robot”, inventó otra disciplina ficticia que llamó “robótica”.

Las tres leyes de Asimov

También introdujo el concepto de lo que llamó “las tres leyes de la robótica”, que debían ser parte de la programación de cualquier máquina inteligente.

El propio científico le describió a la BBC cuáles eran esas leyes:

“La primera ley es que un robot no puede lastimar a un ser humano ni permitir que un ser humano salga dañado por su inacción”.

“La segunda ley es que un robot debe seguir las órdenes que le da un humano, siempre y cuando esas órdenes no violen la primera ley”.

“Y la tercera ley es que un robot debe proteger su propia existencia, cuando esto no interfiera con las otras dos leyes”.

Las tres leyes de la robótica de Asimov siguen vigentes hoy.

Asimov consideró que sus leyes eran “sensatas”, pero también reveló por qué le parecían “reglas interesantes”.

“Son suficientemente ambiguas como para permitirme escribir historias. Y la principal ambigüedad es qué queremos decir cuando decimos ser humano”.

Las historias de “Yo, robot” influyeron a muchos otros autores de ciencia ficción y eventualmente fueron incorporadas a la “Saga de la Fundación” como precuelas.

Teoría del caos

En los años 80, Asimov, que ya tenía más de 60 años, cedió a las presiones para continuar su obra más famosa y escribió nuevas novelas de la serie Fundación que se alejan del concepto de psicohistoria (algo en lo que, dicho sea de paso, el propio Asimov no creía).

“Las moléculas tienen formas de comportamiento limitadas y los seres humanos son mucho menos limitados, su comportamiento es demasiado complicado. Por eso la historia humana es tan caótica y nunca podrá ser predicha”, señaló el autor, que -irónicamente- se haría famoso por justamente predecir acertadamente varias realidades futuras.

Sus libros más tardíos reflejaron el pensamiento científico de la época: la teoría del caos.

El caos en las nuevas obras viene de la mano de un mutante humano llamado el Mulo, que tiene poderes especiales que no estaban previstos en el plan de la Fundación.

Asimov le reveló a la BBC que la idea para este personaje no surgió de él sino de su editor, John Campbell.

“Me sugirió que introdujera un individuo lo suficientemente inusual como para quedar fuera de la visión original de la psicohistoria. Algo que no se podía haber anticipado”, contó.

“Una de las suposiciones de la psicohistoria es que los seres humanos serán seres humanos y aquí tienes un ser humano mutante con poderes inusuales cuya existencia no fue anticipada, pero que puede cambiar la Historia”.

Cuando falleció, a los 72 años, la obra de Asimov ya era considerada un tesoro de la ciencia ficción.

Recibió varios reconocimientos en vida, entre ellos que se nombrara a un asteroide y a un cráter en Marte en su honor.

En 2017, la Real Sociedad y la Academia Británica sugirieron que las tres leyes de Asimov para gobernar a las máquinas inteligentes deberían reducirse a una sola: “Los seres humanos deben prosperar”.

Es una pena no poder saber qué hubiera pensado el brillante científico sobre esta propuesta.

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