-¡Escucha Ahmad: “ Murieron congelados por el frío. Entre los cuerpos hay dos niños y seis mujeres”¡- Dio un golpe con el puño encima de la mesa y miró a su hermano con lágrimas en los ojos. ¿Hasta cuándo Ahmad?

Khaled estaba desenvolviendo un libro que le habían dejado, y en el periódico en el que estaba envuelto el libro, aparecía una columna titulada: “15 refugiados sirios mueren por el frío en las montañas del Líbano” (Es una columna del diario El País, del domingo 21 enero). En el momento en el que Khaled estaba terminando de leer tan espeluznante noticia, entró su hermano en el aposento.

Ahmad, abrazó a su hermano. – Tranquilízate, dar puñetazos encima de la mesa además de no arreglar nada, puede dejarte la mano herida. Tenemos que intentar vivir con este dolor, ya ves, nosotros sin padres, pero nos tenemos el  uno al otro. Escucha Khaled, atiende: “es todo músculo y mueve todo lo que nos produce vida, se llama zon, se llama co, se llama ra”.

Khaled sonrió mientras se limpiaba las lágrimas. Le encantaba jugar a las “palabras cortadas”, aquel juego siempre le traía la calma, se le ponía una energía caliente y viva en el estómago cada vez que jugaban, porque entonces su padre y su madre se hacían presentes y parecía que el mundo se paraba en aquel pasado cálido que tuvo hace años.

Mordida existencial: Debo explicar que recorté la columna del periódico a la que me refiero arriba, porque mientras leía calentita y desayunada en casa, se me cortó un poco el café al llegar a ella. Me sentí privilegiada y apenada, un escalofrío me recorrió por dentro, pero seguía caliente, leyendo y cómoda en mi casa. Nada que ver con los que ahora estarían pasando un frío mortal, hambre, tristeza y viendo la muerte asomada a cada momento de sus vidas y de las de los suyos.

Guardé el recorte porque quería compartir este ejercicio de escribir. Seré ilusa, puede, me dije, que si todos pensásemos en la guerra como algo evitable y absurdo, si todos dedicásemos, digo, no sé, ¿cinco minutos? al día en interiorizar e intentar sentir el dolor que viven las personas que lo están padeciendo, pues igual, se podía generar una energía positiva que influyera, como un buen virus, en las mentes de los que practican destrucción. Sí, ya sé, las utopías…, son eso, utopías. ¡Pero algunas, bastantes, se han cumplido! Pues eso, que si les apetece, cierren los ojos y enfoquen su buena energía y su co-ra-zón, a los refugiados, tantos refugiados anónimos.

Manuela Bodas Puente –Veguellina de Órbigo