-¡Genial chico! Ese cuadro te queda de vértigo. Qué mirada en el hombre que está en el pedestal.

           -¿Le parece? Es que según lo voy pintando, me voy alterando. Es…, es…

           -¡Terrible! ¡Qué digo terrible es monstruoso que en el siglo XXI se practique la esclavitud! Qué poco hemos evolucionado los humanos, parece mentira.

           -Ya he cerrado la tienda, pero ya sabes que puedes quedarte hasta cuando gustes. Lo único ya sabes, soy un pesado, pero me gusta recordarte que apagues la luz y tranques cuanto te vayas.

           -Pierda cuidado mi buen amigo, cerraré y apagaré la luz, no está de más recordarlo.

El anticuario salió de la trastienda, no sin antes darle una palmada en el hombro a Samir, como despedida cariñosa, hablando para sí: “Ojalá hubiese muchos muchachos como éste, no porque sea un gran artista, que también, pero es humilde y sabio porque sabe escuchar a los que tenemos más experiencia”

Samir siguió dándole luces y sombras a uno de los cuadros de aquella colección que le serviría para su primera exposición. El bueno del anticuario se estaba portando con él como el abuelo que ya no tenía, la guerra se lo había llevado.

La colección constaba de quince pinturas, todas ellas realistas en las que se podían observar con una minuciosa captación de la realidad, a muchas personas que han tenido la vida de punta. Precisamente el cuadro en el que estaba trabajando, estaba basado en la fotografía de un esclavo, que estaba siendo ofrecido como mercancía de venta en un pedestal colocada en la plaza de algún pueblo del mundo, donde hoy y ahora, aún se practica la venta de personas, destinadas a ser esclavas de otras personas.

De ahí la mirada del hombre que estaba siendo mostrado para su venta. No le cabía su propia realidad en los ojos. Seguramente en su interior se estaba cuajando un dolor punzante que hería sus vísceras y le abría el corazón.

Mordida existencial: Silogismo: Todos los hombres son humanos. Los esclavos son humanos. Entonces: ¿Todos los hombres son esclavos? Puede que sí, que todos seamos esclavos, aunque sea de nosotros mismos.

Pero algunos no han podido elegir y hoy mismo, en este mundo en el que un satélite casi te puede leer el pensamiento, todavía hay quien compra carne humana.

Manuela Bodas Puente-Veguellina de Órbigo.