Sentado en la mesa de la cocina, leyendo e impregnándose del  aroma  del warbat, que Hala preparaba cada vez que los muchachos venían a pasar algún fin de semana con ellos, Ahmad no se percató de la entrada de Julia.

           Buenos días. Los ojos de Ahmad se abrieron mucho inconscientemente para introducir en ellos de una vez, toda la imagen de aquella mujer. Una belleza que a él se le antojó una aparición.

           Soy Julia, la hija de Clotilde. Al ver la interrogación en la vista del joven, ella se explicó: Sí, la vecina de enfrente. Tú debes de ser Ahmmm, Ahmme. Disculpa, Hala me lo ha pronunciado varias veces, pero  no se me ha quedado,  lo siento.

           Al hombre que ya iba habitando en Ahmad, le recorrió una ola serpenteante a lo largo de toda la espalda. Se sintió como desnudo.

           Ahm.., Ahmad. Vaya parece que a mí tampoco me sale a la primera. En, encan, encanta, encantado de conocerla. ¿Ha venido a ver a su madre?

           Hala interrumpió la conversación en aquel momento y también a ella le recorrió una ola por la espalda al ver la mirada hipnotizada de Ahmad. Cupido lo había saeteado sin consideración. Notó la tristeza hondear sobre el lomo de sus manos. Ella tenía puestas las esperanzas en Ahmad como futuro esposo para su hija Ghada, hasta se lo había comentado alguna vez a su marido.

           Hasta mi casa llega el olor de ese magnífico dulce, lo siento, perdona, no pude vencer  la tentación, mis pies se dirigieron solos hasta aquí, Ghada me abrió la puerta, lo siento, soy demasiado impulsiva, no debería haber entrado así. Disculparme. Se giró para despedirse de Ahmad, pero Hala, a pesar del temblor que le recorría la médula, al verse ante una posible rival de su hija, no se perdonaría haber faltado a las reglas de la hospitalidad, eso fue lo que primero le enseñaron en casa.

           Tranquila Yulia, (así le salía el nombre de la hija de su vecina) quédate a desayunar. ¿Cómo sigue tu madre? Dijo esto mientras tomaba del brazo a Julia para que se quedara. Y aquella sensación que le trasmitió el contacto con ella, la hizo volver a su país con el recuerdo por unos instantes. Era como si hubiera tocado el brazo de su hermana. De su querida hermana, que había quedado en aquel país en guerra y de la que no sabía nada desde hacía años.

           ¿Qué te sucede Hala? Parece como si te fueras a… Y en ese mismo instante Julia, con la mano que tenía libre, tuvo tiempo de colocar una silla para que Hala no cayese al suelo.

Mordida existencial: Mientras los personajes de “Refugio” van adentrándose en los vericuetos de la vida, más y más agradecida le estoy al pasado y al presente. A este presente que me ha puesto en un lado menos malo. A este presente que me ha colocado en un terreno de paz, donde hay semillas en vez de metralla y bombas.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.