El campeón español jugará ante Federer la final del Open de Australia

El español y el suizo se enfrentarán el domingo (09.30, Eurosport) por 35ª vez con un balance de 24-11 a favor del número 9 del ránking ATP

Una lucha feroz, sin concesiones, que ha durado la friolera de 4 horas y 56 minutos. Un partido colosal. Una batalla de gigantes, entre uno de los más grandes de la Historia del tenis y otro destinado a poner su nombre en el palmares de los campeones.

Rafael Nadal derrotó al búlgaro Grigor Dimitrov (6-3, 5-7, 7-6, 6-7 y 6-4) en la segunda semifinal del Open de Australia y vuelve a la final de un torneo de Grand Slam por primera vez desde la que disputó el 8 de junio de 2014 en Roland Garros ante Novak Djokovic.

Dos años y medio después, el balear peleará por el que sería el 70º título de su carrera.

Ganador de 14 torneos del Grand Slam (9 Roland Garros, 2 Wimbledon, 2 USA Open y 1 Open de Australia), Nadal se medirá el domingo 29 de enero de 2017 a las 09.30 (Eurosport) a Roger Federer.

Será el 35º duelo entre ambos con un balance de 23 victorias para el español (9º en el ránking ATP) y 11 para el suizo (17º).

La última vez que ambos se disputaron un título fue en 2015 en el torneo de Basilea, con victoria para Federer (6-3, 5-7 y 6-3). Una final ‘vintage’ que recupera las jerarquías tenísticas de hace un lustro. El Roland Garros de 2011 fue la última ocasión en la que Nadal y Federer se disputaron un Grand Slam. El balance en finales es de 14-7 para el balear.

Dimitrov comenzó agresivo y nunca bajo el caché del partido. En el primer juego del partido, intenso, sorprendió a Nadal y tuvo oportunidades de break. A partir de entonces, el español llevó el mando.

Nadal había cometido dos errores no forzados en ese juego inicial. No volvió a fallar en todo el set. Bolas profundas, efectividad marca registrada de la casa, passings de revés con ayuda de la muñeca derecha.

El ex número uno del mundo arrolló a un Dimitrov muy fino, que nada pudo hacer ante el gran nivel del español. Un break en el séptimo juego le alcanzó para llevárselo por 6-3.

En el segundo set, Nadal se mostró un poco más errático (12 errores no forzados contra los dos del primero). Bajó la efectividad de su primer servicio y el búlgaro pudo romperle tres veces el servicio.

Nadal peleó porque ganó el saque de Dimitrov en dos ocasiones, pero el 15º del mundo ganó el set por 7-5. Durante ese parcial, Rafa fue muchísimo menos agresivo, que el búlgaro quien lo dobló en tiros ganadores.

El partido era ya de alto voltaje: muchos rallys por arriba de los 15 tiros, mucha estrategia para buscarse los puntos débiles, el Rod Laver deliraba y Dimitrov demostraba por qué no había perdido ningún partido hasta entonces en la temporada.

La dinámica del tercero fue similar, porque Rafa pudo romper en el quinto juego pero rápidamente Dimitrov recuperó el break. Lo hizo en base a un Nadal menos profundo pero a un revés mucho más sólido con el que falló menos y lastimó mucho, pero mucho más.

El encuentro era muy desgastante para ambos y Rafa no mostraba ya la misma reacción para responder a los impredecibles ángulos del búlgaro. Y para peor, en los momentos en los que pudo haber golpeado, Dimitrov respondía con tiros sobre la línea.

Gran, gran tenis del búlgaro en el ecuador de las semifinales. Nadal presionó en el 5-5 pero Dimitrov no cedió y se aseguró al menos el tie-break. Allí apareció Nadal en todo su esplendor, dos puntos maratonianos, le bastaron para demoler el cerebro del Dimitrov, que cansado dejó una bola en la red para darle el tercer set a Rafa.

La lógica indicaba que a medida que pasaran los sets y los juegos la intensidad disminuiría y los puntos se harían más cortos.

Pero el partido era ajeno a cualquier cosa terrenal y nada de eso sucedió. Los peloteos se hicieron cada vez más largos y Nadal machacaba en casi todos, pero Dimitrov mostró una entereza física de jugador top. Nunca se dio por vencido el búlgaro que batalló hasta el final desde el primer juego del partido.

Así llegó al tie-break, donde mostró nervios de acero y en base a tiros profundos y ángulos cortos, se llevó el desempate por 7-4. El partido era una verdadera maratón. No hubo tregua en el último y definitivo parcial. Ambos se mostraban enteros físicamente. Cansados, claro, pero enteros y dándolo todo. Ganó el más fuerte. Fue, otra vez, Nadal.

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