La certificación de uva en una cosecha abundante se vio mermada por la contención de las bodegas en sus previsiones de elaboración ante el volumen acumulado por la caída de las ventas como consecuencia de la pandemia y la incertidumbre por sus imprevisibles consecuencias sociales
La Albarín se sobrepone a la caída generalizada y aumenta su producción en 85.000 kilos (330.000, 11,72% del volumen total de uva, frente a 205.440 de 2019), que permitirá poner en el mercado alrededor de 400.000 botellas
La uva procesada es de nuevo de gran calidad y muy buenas condiciones sanitarias, y dará unos vinos blancos y rosados frescos y altamente aromáticos y unos tintos jóvenes raciales y extraordinariamente expresivos.
VALORACIÓN CUANTITATIVA
Condicionadas por los volúmenes acumulados en las bodegas como consecuencia de la caída del consumo durante los meses de confinamiento social —el periodo de mayor demanda de los vinos de la DO León— y el cierre del canal Horeca (hostelerías, restaurantes y cafeterías) durante ese mismo periodo —la barra más que la restauración es nuestra mejor salida—, las previsiones de calificación de uva por parte del Consejo Regulador se cumplieron casi con exactitud al haberlas situado entre los 2,75 y los 3,00 millones de kilos de uva.
Esas reservas en bodega que posibilitan prolongar la presencia en el mercado de los vinos de 2019, todavía en plena vigencia en el caso de los jóvenes y con extraordinaria aptitud para la crianza en el de los tintos, y la incertidumbre del sector —de toda la sociedad en general— por las imprevisibles consecuencias y condiciones que imponga la pandemia desatada por el coronavirus, han mermado la demanda de uva por parte de los elaboradores y los han llevado a adoptar una actitud de cautela y responsabilidad por el temor a poner en peligro la viabilidad de la bodegas.
El ajuste al máximo de la cantidad de uva certificada de la que habrían de proveerse los elaboradores en una cosecha paradójicamente muy buena en calidad y cantidad —era la prevista como la de recuperación del viñedo tras las desastrosas y prolongadas consecuencias de las heladas de 2017—, que habría de devolver al Consejo Regulador a cifras por encima de los cuatro millones de kilos, saldó la campaña con poco más de 2,8 millones de uva certificada (-19,4 respecto a 2019), una cantidad suficiente para garantizar la presencia de sus vinos en la calle en unas condiciones de mercado normales.
En esa merma de producción calificada influyeron también las medidas adoptadas por las administraciones central y autonómica al incentivar la cosecha en verde para contener los excedentes a nivel nacional y a las que se acogieron algunos viticultores en una mala campaña para la actividad.
El análisis de los datos de producción por variedades revela una vez más la firmeza de los enólogos y elaboradores por las dos variedades autóctonas que aportan singularidad, carácter y distinción a los vinos de la Denominación de Origen León.
En un escenario de contención generalizada, la Albarín vuelve a ganar aceptación y aumenta en 85.000 kilos su producción (330.000, 11,72% del volumen total, frente a 205.440 de 2019), lo que permitirá poner en el mercado alrededor de 400.000 botellas. Su crecimiento es realmente llamativo y su valoración en el mercado sigue escalando en la misma medida, en buena parte a costa de la Verdejo, que pierde la mitad de su aprecio (154.000 kilos, 5,45%, frente a 322.440). La Prieto Picudo mantiene su nivel por encima de los 2,2 millones de kilos (79,38%, 2.650.000 en la anterior campaña), lo pierde sin embargo la Mencía (sólo 22.000 kilos, 0,79%, frente a los 38.500 de 2019) y, en mayor medida, la complementaria Tempranillo (sólo 65.000, 2,31%, frente a los casi 268.000 de la anterior vendimia). De las otras complementarias sólo la blanca Godello mantiene su presencia (10.010 kilos, 0,36%, prácticamente lo mismo que el año anterior).
VALORACIÓN CUALITATIVA
La añada 2020 aporta nuevamente unas condiciones excelentes para la elaboración de los vinos con las variedades principales Albarín y Prieto Picudo. Sólo las lluvias de la segunda mitad de octubre condicionaron un poco el desarrollo de la vendimia en zonas y viñedos concretos de la denominación, obligando a recoger la uva con cierta celeridad ante el riesgo de sufrir ataques fúngicos, propios en esas condiciones y en esta zona, sobre todo en un año con cierta propensión al desarrollo del oidio desde los estadíos más tempranos de la evolución del ciclo vegetativo.
A pesar de todo, la maduración de las diferentes variedades de uva, especialmente de cara a la vinificación de los blancos y rosados, que coparán la mayor parte del volumen de vino que se elabora en esta añada, ha sido muy buena.
De la cosecha 2020, por las condiciones cuantitativas descritas anteriormente, será difícil encontrar mucho volumen de vinos tintos, ya que la mayor parte de la uva de Prieto Picudo recogida será destinada a la elaboración de rosados, que por las características tan peculiares que los definen es necesario renovarlos cada año.
Volverán a ser rosados muy afrutados, con buenos equilibrios de alcohol-acidez, pero que mostrarán su rápida evolución con el paso del tiempo. Para los albarines se prevé una añada excelente, encontrando nuevamente en ellos la más alta expresividad aromática y la frescura característica de la variedad.
De los tintos cabe esperar que el poco volumen que se elabore se destine en su mayoría a jóvenes que manifestarán toda la fuerza y rusticidad de la Prieto Picudo.