Querido alcalde, subdelegado, delegado, autoridades civiles y militares, alcaldes y concejales… querido Mario Amilivia, que hoy nos acompañas en este sencillo, pero relevante acto, como conferenciante… queridos amigos y amigas… 

Hoy celebramos cuarenta años de concordia. Un tiempo que tenemos la responsabilidad de poner en valor, que merece nuestro máximo reconocimiento. Un aniversario que debe servirnos para reivindicar los principios y valores que se recogen en el texto constitucional.

Valores y principios que siguen teniendo plena vigencia y que debemos proteger para que León y España sigan progresando en paz, democracia y libertad.

a Constitución del 78 fue y es un éxito colectivo, el de una Constitución viva y actual en la que se enuncian los valores, principios y objetivos de un sistema general de convivencia plural, basado en la libertad e igualdad de todos los individuos al amparo de la Ley.

1.- ALFONSO IX Y LAS CORTES DE 1188
Alfonso IX reinó entre 1188 y 1230, reinado que estuvo marcado por tensiones y rivalidades con Portugal y Castilla, con las que mantuvo enfrentamientos y treguas. También por la reconquista de Extremadura a los almohades. Pero especialmente por haber sido un rey legislador que convocó las Cortes de León en 1188, posiblemente acuciado por problemas económicos. Siempre el origen del Parlamento se ha vinculado al presupuesto, a la búsqueda de la conformidad del pueblo a la hora de exigirle nuevos esfuerzos fiscales. De aquellas Cortes nacieron unos decretos conocidos como la Carta Magna leonesa.
Su hijo con Berenguela de Castilla, Fernando, le sucedió ya como rey de Castilla y León, y con este reinado se unieron definitivamente los reinos de León y Castilla en la figura del que pasaría a la historia como Fernando III El Santo. Por ello, puede concluirse que Alfonso IX es el último rey de León

2.1.- Contexto histórico
Tras el motín de Aranjuez y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII, en Bayona, la vergonzosa renuncia de sus derechos como Rey de Fernando VII en su padre Carlos IV y de éste en Napoleón, es decir, la dimisión formal, aunque obligada, de nuestra monarquía, forzó al entonces “pueblo más monárquico y menos revolucionario del mundo” a descubrir el principio de la soberanía nacional. Es el pueblo español, abandonado y huérfano por la “España oficial”, el que defiende sus derechos, su independencia contra el invasor francés y a su rey, Fernando VII, su soberano, que lo es porque así lo quiere el pueblo español.

Una sacudida general de indignación conmovió al pueblo español, fomentada por estas noticias; sucesos como el del 2 de Mayo en Madrid, el del 24 de abril en León, cuando los representantes municipales por espontánea iniciativa popular reivindican en la calles la figura de Fernando VII, o el famoso bando del alcalde de Móstoles declarando la guerra al invasor francés, entre otros, se convierten en una sublevación popular que cristaliza en la formación de juntas provinciales, y, finalmente, en la Junta General, que aprueba una serie de decretos y convoca las Cortes de Cádiz, que dieron lugar a la Constitución de 1812.

Así se llega por fin a la reunión de las Cortes, formadas por los diputados de las diversas provincias, en realidad de las Españas de ambos hemisferios, reunidos para deliberar en asamblea única y no por brazos o estamentos (nobleza, clero y estado llano) como era costumbre en el Antiguo Régimen.
Inmediatamente surge la Declaración de la Soberanía de las Cortes, el primer acto legislativo de éstas, y que queda realizado en los siguientes términos: “Los diputados que componen este Congreso y que representan la Nación española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes Generales y extraordinarias y que reside en ellas la soberanía nacional”.

3.- LA CONSTITUCIÓN DE 1978
En primer lugar, es necesario señalar cómo la Constitución abordó sin complejos los retos históricos y acertó con claridad en la determinación de las grandes cuestiones que conforman sus contenidos fundamentales: Estado social y democrático de derecho, Monarquía parlamentaria, democracia representativa y afrontó el problema territorial con el llamado Estado de las Autonomías en virtud del llamado principio dispositivo, posiblemente la gran novedad constitucional, un éxito y, al mismo tiempo, un factor de nuevas preocupaciones que se reiteran en el tiempo.

La Constitución reconoció el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones y la solidaridad entre todas ellas. Solidaridad, palabra habitualmente olvidada, que es la clave del sistema, sustento y razón de ser de nuestro país. Un modelo que dejó patente que la soberanía reside en el pueblo español en su conjunto, no hay soberanías compartidas; detrás de cada Estatuto de Autonomía, que son, como saben, Leyes Orgánicas, existe una sola voluntad que los sostiene: la voluntad del pueblo español en su conjunto, sin perjuicio, de que en su elaboración legislativa, legítimamente, participen dos Parlamentos.

Consagra la Constitución una nación formada por ciudadanos libres e iguales, no una España de territorios, sino una nación en la que todos los españoles ostentan los mismos derechos y obligaciones, vivan en el lugar donde vivan, en la que el Estado debe garantizar el principio de solidaridad.

Patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”.

Quiero finalizar esta intervención con un mensaje de optimismo y de esperanza, el pueblo español ha sido protagonista de uno de los logros más importantes de su historia, nos merecemos ver con autoestima nuestro pasado más reciente, que no debe de ser interrumpido. Como afirmaba Tagore, “si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”.
Muchas gracias.