Está a tan solo siete kilómetros al sur de León, a orillas del Bernesga, pero pudiera estar a ciento veinte, entre las montañas más recónditas de la provincia; su estado de olvido y abandono sería el mismo.

De poco vale que entre los primeros mentores de la importancia de sus ruinas se halle Manuel Gómez Moreno, en 1925, ni que las primeras excavaciones arqueológicas fuesen realizadas en 1967 y 1968 por el prestigioso Helmut Schlunk, del Instituto Arqueológico Alemán, con la colaboración del Instituto Leonés de Estudios Romano-Visigóticos, al que representaba nuestro desaparecido Antonio Viñayo. Y tanto o menos parece importar que los especialistas la hayan datado en el siglo IV, en época bajo-imperial romana, cuando León todavía era campamento de la Legión VII, ni que la tengan considerada como una de las basílicas paleocristianas más antiguas de España y, además, la de mayores dimensiones (23,40×13,60 m.), ni que sea el primer caso con ábside de herradura. Tampoco vale de nada que haya sido declarada Monumento Nacional en 1979 y BIC Zona Arqueológica en el año 2000, con una superficie protegida superior a dos hectáreas.

Estamos hablando, claro está, de la basílica de Marialba, una de las evidencias del temprano auge que en esta tierra adquirió el cristianismo, precisamente al lado de la antigua ad Legionem, la vicus o ciudad donde residían los familiares y cuantos negociantes seguían a los legionarios del campamento de León, situada en Puente Castro, que también espera su indulto y, como ahora se dice, puesta en valor. Porque fue aquí en ad Legionem, donde San Cipriano de Cartago, en una carta escrita en el año 254 a la comunidad cristiana de este lugar, menciona la existencia de una sede episcopal que, por la fecha, se halla entre las más tempranas en España.

Fuente: Promonumenta / raigame.blogspot.com.es