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El 74% del territorio español está clasificado como árido, semiárido o subhúmedo seco y, por tanto, es vulnerable a la degradación de la tierra (desertificación)

Desertificación

El verano y los incendios parecen un binomio indisoluble; al menos eso es lo que nos cuentan las 116.000 hectáreas quemadas anualmente entre 2000 y 2015, la mayoría de ellas, en verano. (Esta superficie quemada equivale aproximadamente a la de los municipios de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, La Coruña, Bilbao y Granada juntos).

Se estima que más del 80% de los incendios forestales tienen al ser humano y su actividad como origen. Sólo el 4% pueden ser atribuibles a causas naturales, como la caída de un rayo. Más de la mitad de los siniestros se consideran intencionados. En torno al 30% son debidos a descuidos o negligencias, como una quema de rastrojos, un cigarrillo mal apagado, hogueras encendidas por excursionistas, trabajos en el monte, etc. El resto corresponde a incendios de causas desconocidas, es decir, aquellos en los que las causas que originaron el fuego no llegan a determinarse con claridad.

Si pensamos que la pérdida de cubierta forestal debida a los incendios es una de las siete causas de la desertificación en España, está clara la necesidad de una actuación decidida para proteger nuestros bosques y detener la degradación del suelo.

Un dato revelador es que el 37 % del suelo en España está en riesgo de desertificación. Tres cuartas partes del territorio español se clasifica como árido, semiárido o subhúmedo seco y, por tanto, está expuesto a la desertificación.

Según el Plan de Acción Nacional contra la Desertificación (PAND), elaborado por el Gobierno en 2008, más del 13% de la superficie del país sufre un riesgo de desertificación alto o muy alto, concentrándose especialmente en la mitad sur y en la zona mediterránea, así como en las islas Canarias.

La situación se agrava en el arco mediterráneo, cuyas condiciones naturales le hacen de por sí vulnerable, debido al progresivo aumento de la población y de la actividad económica en esa zona, que han incrementado la ocupación y transformación del suelo y la demanda de agua. Junto con el noroeste peninsular, ésta es la región más afectada por los incendios y donde éstos pueden acentuar más la desertificación a medio y largo plazo.

Fuente: reforesta.es/Ambientum