Tirabeques, arbechos o brísoles, son tres formas distintas de llamar a los guisantes dentro del territorio español. Al igual que esta legumbre, otras miles de palabras tienen acepciones que han caído en desuso a lo largo de los años. Una web, elaborada por el CSIC, permite comparar, mediante tablas y mapas, las variaciones lingüísticas de conceptos de la vida cotidiana. La página cuenta con una galería de fotos históricas de los objetos descritos y las personas encuestadas.
Un mismo objeto puede recibir distintos nombres en función del lugar donde nos encontremos y el mismo término puede pronunciarse de formas diferentes según la localidad o región.
Con el objetivo de recoger y plasmar esa variedad lingüística, un equipo de investigadores, liderado por Tomás Navarro Tomás y Ramón Menéndez Pidal, recorrió entre los años 30 y 50 la Península Ibérica y las Baleares preguntando a los lugareños cómo denominaban una serie conceptos cotidianos.
Ahora, casi 80 años después, un proyecto dirigido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha editado ese material y lo ha puesto a disposición del usuario en una página web bajo el nombre de El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica.
En la actualidad existen en España varios atlas lingüísticos, pero ninguno es tan antiguo ni abarca la totalidad de la Península. “Esta obra es anterior a los cambios culturales, demográficos y lingüísticos que se produjeron tras la guerra civil, lo que la convierte en un testimonio de incalculable valor acerca de aquella época y nos permite comparar sus datos con los datos actuales”, explica la investigadora Pilar García Mouton, del Instituto de Lengua, Literatura y Antropología del CSIC, y coordinadora del proyecto.
Pedrolos, pinchacarneiros y gartipesas
Los investigadores formularon más de 1.300 cuestiones sobre conceptos de la vida cotidiana a una selección de personas de 527 localidades distribuidas por toda la geografía peninsular y balear.
Los formularios cubrían temas variopintos. Desde cuestiones familiares –con el nacimiento, boda y la muerte– hasta la astronomía, pasando por el cuerpo humano y sus enfermedades, las labores agrícolas, los oficios o la fauna y la flora.
Mediante una sencilla búsqueda, acotada por provincia, localidad o concepto, entre otros parámetros, el usuario de la página descubre, por ejemplo, que en función de la zona los guisantes pueden llamarse pedrolos, tirabeques, chícharos, arbechos, cantudas, arvejas, gríjoles, brísoles o bisaltos. Que en algunos pueblos de A Coruña dar volteretas se dice dar pinchacarneiros, mientras que en ciertas zonas de Valencia se dice dar la trampa la mora. Que las lagartijas pueden llamarse salamantiguinas, gartipesas, ligaternas, santigüelas o zarandillas, entre otras denominaciones. Y así hasta casi 5.700 respuestas, que pueden plasmarse en mapas generados por una aplicación informática.
La base de datos del atlas se encuentra aún en fase de crecimiento. “Por el momento se ha incluido una primera muestra de 5.687 respuestas a 10 cuestiones, pero estamos preparando una segunda entrega de casi 452.000 respuestas cortas y 109 narraciones para subir a la web”, añade García Mouton.
Nativos, poco viajados y sin instrucción
Como es habitual en los trabajos de geografía lingüística que estudian las hablas rurales, para elaborar el atlas se buscaron informadores que reflejasen el habla popular de cada localidad: personas nacidas en el pueblo, que hubiesen viajado poco, sin instrucción y de cierta edad.
Con el objeto de evitar contaminar las respuestas, los investigadores realizaban preguntas indirectas, descriptivas o señalaban objetos.
El atlas cuenta, además, con fotografías –de personas, objetos, edificios y animales– que los investigadores realizaron y que archivaron junto al material escrito.
Además del CSIC, en la publicación del Atlas Lingüístico de la Penísula Ibérica han participado la Universidad Autónoma de Madrid, la Universitat de Barcelona, el Centro de Linguística da Universidade de Lisboa, el Instituto da Lingua Galega de la Universidad de Santiago de Compostela y la University of Western Ontario de Canadá.
Fuente: SINC