
Hoy en mi entierro, se han roto las fuentes, / se han desbordado las vísceras de los olvidos / y han llenado con sus tripas insalubres / los estanques de la esperanza. / Desde esta otra dimensión, / observo los cristales que ya son mis pasos, / me toco la piel para comprobar que ahí, / donde debería haber cicatrices, / la piel impoluta tapa el agujero negro / que me ha comida las entrañas. / Pruebas y camillas donde recostar la sangre. / Análisis y mediciones para hacerme un vestido a medida, / pero se fueron dos veces las golondrinas / y mi vestido se iba poniendo henchido de fracasos. / Las medidas de mi cuerpo cambiaron, / cambiaron las migraciones desde mis ganglios / y en los suburbios de los hospitales, / se acumulaban los datos, sin recibir lectura. / Las camillas con trayecto a los quirófanos, / sintieron cómo se herrumbraban sus esqueletos vacíos. / Caducaron los tratamientos / que nunca me recetaron. Se pudrieron las flores / que nadie me llevó al hospital / porque nunca pisé las baldosas grises / que acogen el dolor y la incertidumbre. / No tuve la posibilidad de rozar las sábanas / donde duermen las esperanzas, / porque nadie me llamó para limpiar / mi cuerpo de células en desbandada. / Han venido a mi entierro las golondrinas / que aún sin diagnóstico, tuvieron suerte / porque su cuerpo no estaba sellado por la enfermedad. / Pero yo no tuve la oportunidad de volar, / aunque fuera con un ala rota. / Y acuso desde mi nueva dimensión / a los dormidos cerebros / que me dieron muerte, en lugar de esperanza.
El poema que inicia este escrito, quiere ser un triste recuerdo para las personas, sobre todo mujeres, que han muerto o ya tienen su enfermedad en una fase muy avanzada por culpa de la paupérrima gestión del sistema de salud. Muchas en sus cadáveres, no presentan cicatrices, porque no tuvieron oportunidad de la operación y el tratamiento que posiblemente hubiera salvado sus vidas. Me pregunto cómo se sentirán las otras mujeres que saben que les han robado un tiempo precioso en el que podrían haber sido, incluso sanadas. No hay palabras. Con estas noticias, se desmigan los sentimientos hasta volverse añicos. A una no se le ocurre explicación que pueda abrochar tanto sufrimiento.
Lamiguería: En el pueblo de Gaza, ni siquiera las ratas dan crédito a la debacle que sólo el ser humano es capaz de hacer y consentir. Es denigrante para la vida esta masacre que se está llevando la vida de tantos infantes. Este genocidio se convertirá en veneno que esparcirá por todo el orbe su ponzoña y su miedo.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo





