Encendió el horno con las urces que había recogido en el monte, esa leña, hacía un pan de rechuparse los dedos. El sol aún estaba acostado al otro lado del horizonte, se ató el mandil y se dispuso a preparar la masa para hacer unas buenas hogazas y de paso unas pastas como las que hacía su abuela.

Se quedó prendida en aquel pensamiento, su abuela, que había sido su madre, porque ella vino de sorpresa, digo de soltera. Así que Adela emigró a Suiza y dejó a su hija con Floripes. No le fue mal, mandaba un buen jornal todos los meses para que su hija pudiera ir a la capital a estudiar. De eso se encargó Floripes, que tenía la pena de no haberle dado estudios a su única hija, clavada en el alma. Quizá con estudios, pensaba Floripes, aquel gañán del pueblo de al lado, no le hubiese hecho tanto daño a su Adela. Cuando Adela se jubiló, volvió a casa con Floripes y con su hija, que ya terminados sus estudios, daba clases en el pueblo de al lado.

La vida, que es sinuosa y circular cuando le da la gana, tuvo a bien poner a la nieta de Floripes de maestra en el mismo pueblo en donde había sido concebida. El gañán que había sido su padre, era ahora un solterón solitario reconcomido por su falta de arrestos cuando el amor le puso a Adela en sus brazos. Enfermó al poco de que aquella maestra, que era la viva imagen de su madre cuando era joven, llegara al pueblo con aquel seiscientos que se había comprado, para hacer el recorrido diario desde la casa de su abuela a la escuela. El gañán no tardó en morir, La Parca no le obsequió con tiempo para reencontrarse con Adela, pero si llegó a ponerse en paz con su hija.

Floripes le refunfuñó aquello de no tienes vergüenza rapaza, mira que obsequiarle a ese cerdo con tu palique. No te reconcomas abuela, está enfermo, no le queda mucho, hay que ser buena persona, eso me lo has enseñado tú.

Llegó el día de la presentación del mozo que había conocido en la ciudad cuando estudiaba y del que se había enamorado. Luego entre Floripes, Adela y ella misma, prepararon la boda y así comenzó una nueva etapa en la vida de las tres.

Hoy mientras amasaba las hogazas y preparaba las pastas para hornearlas, el recuerdo había venido a acompañarla. Se oyó en voz alta: ¡Ay Floripes si pudieras escuchar dentro de un rato a tu biznieto, tocar la gaita en la fiesta del pueblo, se te caería la baba!

Este cuento me lo ha sido inspirado la lectura de: “Palabras mayores”, autor: Emilio Gancedo. “Palabras Mayores” es la literatura en la que hay que bucear de vez en cuando para entendernos ysaber de dónde venimos y quienes nos han traído hasta aquí. Son “Palabras Mayores”, porque tienen la historia, la memoria, el alma y la magia de la vida, impresas en sus sílabas. Ha sido el último libro propuesto para este curso en el club de lectura “Río Órbigo”. Emilio Gancedo nos ha acompañado en esta sesión del club de lectura, para dejarnos unas exquisitas migas de su sabiduría y de su respeto por la historia de nuestros mayores. Gracias.

Lamiguería: Tristemente, en Gaza, en Ucrania y en tantos lugares, no podrán descubrir las costumbres y la cultura de sus antepasados, porque la guerra ha emponzoñado la historia, las lágrimas son de sangre y la muerte se ha comido el futuro.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.