Una historia de maragatos, de arrieros, de hombres cuyo oficio incluía trasladar el pescado en recuas de bestias de carga, hombres que abandonaron sus hogares y sus tierras que poco producían y que, aprovechando su localización estratégica entre Galicia (al noroeste), o Asturias (al norte), y la Meseta (al sur), establecieron rutas para el transporte comercial, particularmente de pescado, para llevarlo, bien conservado, hasta la Corte y los grandes mercados de la meseta. Una actividad que duró hasta que el ferrocarril fue más rápido que ellos.

Una historia de personas que, según las leyendas, comían primero la carne del cocido, que alimentaba más, y, después, si había tiempo, los garbanzos y la sopa. Una costumbre que hoy perdura en el célebre cocido maragato.

Unas personas que vieron cómo el ferrocarril acababa con su negocio de transporte pero que se dieron cuenta que eran ellos los que mejor conocían el producto: el pescado. Y fueron ellos, mayoritariamente, los que se establecieron en Madrid y alrededores, convirtiéndose en los mejores y más expertos pescaderos.

Y arrastraron a sus hijos, sobrinos y conocidos de su tierra maragata para trabajar, desde muy niños, en las pescaderías de la comunidad madrileña.

Es la historia que estos días pasados, 23 y 24 de abril, en Santa Catalina de Somoza, pueblo cercano y pedáneo de Astorga, ha servido para revivir el pasado y el presente, y un poco también el futuro, de los pescaderos españoles.

Una historia en primera persona. La de Francisco González Villar, pescadero ya jubilado pero que ha vuelto a su pueblo y ha montado, en su casa familiar, un Museo del Oficio del Pescadero (Mil escamas, mil historias). “Este museo es la historia mía, y la historia de todos los niños maragatos que se fueron a Madrid a trabajar”, dijo Francisco González en la presentación del programa de este fin de semana. El museo alberga utensilios y documentos que dan fe de los oficios de arriero  y de pescadero. Este museo es un proyecto que nació en 2013 y que pretende resaltar la historia de los arrieros maragatos y de la figura del pescadero tradicional, un oficio, reconocido como gremio en 2.003, y formado muy especialmente por pescaderos de origen maragato en Madrid y alrededores. Una placa con el nombre de muchos de ellos, los oriundos de Santa Catalina, 72 en total, figura a la entrada del Museo desde este domingo pasado. Y una bendición eclesiástica al Museo, después de una ofrenda a la Virgen, y la actuación de la poetisa Nuria Antón pusieron en valor la obra de Francisco González. Francisco fue pescadero en Madrid y, sobre todo, en Pinto, durante más de 40 años.

Y ha traído hasta Santa Catalina la Asamblea anual de FEDEPESCA, la Federación Nacional de Asociaciones Provinciales de Empresarios Detallistas de Pescados y Productos Congelados, una asociación fundada en 1978 y representa a más de 7.200 establecimientos detallistas de venta de productos pesqueros y acuícolas frescos y congelados que emplean a más de 35.000 personas. Esta asamblea se celebró en la Casa del Concejo de Santa Catalina de Somoza y en el Ayuntamiento de Astorga, tal como se acordó en la reunión de Asamblea General celebrada en Sevilla el 23 de mayo de 2022. En dicha Asamblea participaron, este año, unas 70 personas, pescaderos de las comunidades de Madrid, Aragón, Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, Galicia y la propia Castilla y León.

Como colofón a los actos de estos dos días, en Santa Catalina de Somoza se puso una plaza dedicada a los pescaderos, un homenaje a todos los maragatos que emigraron a Madrid y montaron y/o regentaron la mayoría de las pescaderías de la capital de España. Un oficio ligado al secular oficio de la arriería. La actual calle de la Calleja, pasará a llamarse “Plaza de los pescaderos y pescaderas españoles”.

L7D/Aloren