En 2.023, Naturaleza se da cuenta de que Tierra, está abocada al colapso. Al colapso medioambiental, al climático, al colapso de la desigualdad… El hombre, como especie está dejando una huella muy negativa, se podría decir que irreparable. La especie más inteligente, cargándose el futuro.

—Serán inteligentes, le dice Tierra a Naturaleza, pero están acabando con nosotras. A mi me está doliendo hasta el núcleo, voy a explotar.

—Tranquila Tierra, dice madre Naturaleza, como hogar de la vida que soy, se me ha ocurrido una idea. ¿Qué te parecería exiliar a la humanidad bajo tu superficie para que vivieran allí, hasta que se dieran cuenta de que si siguen aquí arriba no van a durar ni dos primaveras más?

—Gran idea, si señora. Me encanta. Contestó Tierra mientras sonreía imaginándose por un tiempo sin tener que soportar guerras, basuras de todo tipo, malos humos (nunca mejor dicho), ver paralizada la invasión del plástico que está ahogando los mares, verse libre del egoísmo que destila la humanidad…

Diréis que soy derrotista, lo seré, pero ahora, en el 3.023, después de mil años de estar recluidos bajo la superficie terrestre, Naturaleza ha conseguido que podamos ir volviendo escalonadamente a vivir como se vivía en el milenio anterior. Arriba, sobre la superficie de Tierra, que ahora nos recibe limpia y restablecida del paso de nuestros antepasados. Ahora sí tenemos un hogar lleno de vida. Parece que la nueva humanidad, la que ha salido a la superficie, después de mil años de destierro, trae la enseñanza de tratar y tratarse con empatía. Así sea.

Neuronada: Si, ya sé, el texto puede parecer una perogrullada o una simple invención. Pero solo quiere ser una reflexión. Si cerramos los ojos unos segundos e instamos a nuestra mente a que nos muestre los desastres que conviven en el mundo al unísono, puede que nos entre un horrible dolor de cabeza. Sin embargo, si cerramos los ojos e invocamos al recuerdo de un paseo al lado de un río limpio, o nos imaginamos caminando por la senda de una montaña donde no nos encontramos con ningún plástico, lata o deshecho que haya desperdigado el hombre, así como si nos imaginamos un planeta sin guerras, y con ego cero, podemos sonreír y saludar al sol con la misma alegría que de niños nos inundaba al sentirlo sobre nuestros cuerpecitos fríos cuando salíamos del agua del río (el Órbigo, en mi caso) tiritando.

Sí, el Órbigo puede que siga aquí en el 3.023, ¿pero seguirá el hombre pisando la luna?, ¡ay que desliz, quise decir la tierra!

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.