Si yo fuera río elevaría el caudal  para curar el monte, elevaría los juncos para proteger la tierra; gritaría en cada curva:

NO AGOSTES MI CAUCE.

Si yo fuera río lloraría porque sé que me estoy secando. No por falta de lluvia, no por exceso de riego. Es la sed del hombre. Es el ansia sin precio.

Si yo fuera río bañaría al sol toda la infancia, les diría a los peces que soy su manto; cantaría a la vida.

Si yo fuera río. Si yo fuera río contaría una historia:

Medio centenar de personas, en su mayoría jóvenes, caminan por la ruta de los Fueyos desde San Martín de Agostedo hasta Murias de Pedredo para mostrar su preocupación por la ampliación de la gravera.

Un paseo tranquilo entre vecinos y amigos que se topan con una escombrera de vidrio. Este hecho les hace pensar en su impacto medioambiental y el peligro que esto supone para el fuego.

Como plato fuerte, un lago artificial cuyo agua se nutre de los pozos que deberían alimentar el cauce del río Turienzo.

Unos pasos después lodo desquebrajado en un paisaje desértico que no corresponde a esta zona.

¿Cuántos animales han muerto en este cieno?

¿Dónde nos bañaremos el año que viene?

Las bocas jóvenes disparan preguntas y la piedra no les responde.

Una señal de “Prohibido el paso. Propiedad privada” nos obliga a dar la vuelta.

3,50 euros el kilo de grava, terrenos expropiados, y un río sin agua es el resumen de un paseo por la ruta de los Fueyos.

La juventud protesta, los mayores miran al suelo con tristeza y el río. ¡Ay, el río!

NURIA ANTÓN