Baobad escuchaba pasmado a Santiago Úbeda Cuadrado. Lo escuchaba observando el vídeo que ese viernes ofrecían en la explanada cercana a Desierto. Estamos en 3022, después de cientos de generaciones en las que la humanidad ha estado desterrada a vivir bajo Tierra (desde que Naturaleza  montara en cólera por el cambio climático, en la segunda década del segundo milenio), Naturaleza estaba dejando que volvieran a la superficie para celebraciones y fiestas, quería ver si se habrían aprendido la lección, y parecía que sí, ahora, cuando los estudiantes subían a Tierra para alguna actividad escolar, pareciera que andaban sin pisar la hierba, jamás se les ocurría menospreciar la vida de todos los seres que se iban encontrando, no hoyaban ni con suciedad ni con malas maneras los parajes donde tenían lugar las actividades. Les habían enseñado a que todas las cosas merecen respeto. Hoy la actividad estaba grabada desde hacía justo mil años. Era una joya de vídeo donde se podía observar la intervención del poeta Santiago Úbeda Cuadrado, en el segundo viernes del mes de julio de “Poesía a Orillas del Órbigo” en su décimo cuarta edición. Baobad, agitó sus ramas en modo aplauso cuando Santiago, guitarra en mano, se marcó una canción. Además de poeta, cantor, cantautor, cantante, cantaor, cantador y contador de palabras engarzadas en un diálogo…, ¿consigo mismo, con el mundo, con la otredad, con la ilusión de buscar, de encontrar o de reposar en el albo recinto de celulosa nidos de palabras que nombren y desnombren?

Neuronada: Poder acudir cada viernes de julio a orillas del Órbigo, a escuchar poesía, es cuanto menos, una  manera  de curarse los espantos del día a día. Hacer de la poesía costumbre, llenarse de palabras que rebotan en los árboles para caer encima de nuestras vísceras, reposar de la semana, sentada escuchando versos que me saben a calma y que también generan energía, es una manera de regocijarse con la naturaleza que abraza el río Órbigo, nuestro río, el que hidrata la tierra y despierta a las semillas y a las palabras que a su lado van formando un tejido de vida que llega al alma, y a las manos, y a los ojos, y a la médula de la esperanza.

Se lo dije a Santiago Úbeda Cuadrado cuando estaba firmando el libreto que se regala al final de cada velada poética. Se lo dije, que me había gustado mucho, que había sido como un golpe, que ese golpe te da un mordisquito en el alma, su forma de escribir y de decir, es distinta, es agradablemente distinta, muy agradablemente distinta. Si tienes oportunidad, acércate cualquier viernes de este mes a “Poesía a Orillas del Órbigo”, te lo vas a agradecer,

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo