Llega la viajera a la Isla Esmeralda  que está, en esos momentos, sometida a los rigores del temporal; miles de irlandeses sin luz, vientos de 130 km, lluvia, frio, mucho frio, y nieve. Todo esto trajo la tormenta Eneida y olas de más de 8 m de altura.

Pero los habitantes de Irlanda están acostumbrados, y por eso no dudan en acudir al Parque Nacional de Wiclow para sentir la tormenta. Allí el viento se hace presencia destructiva y los árboles sienten desgajarse, con dolor, sus ramas.

Son árboles milenarios los que pueblan el bosque que rodea Ratdrhum y que cobija el homenaje a los 8000 irlandeses que murieron en esa zona por la hambruna de 1884. En un Memorial  que ocupa la entrada del bosque, se recuerda  a los pobres enterrados en ese Cementerio desde 1844 a 1944.

La Gran Hambruna fue un periodo de necesidad, emigración y muerte. Durante ella, alrededor de un millón de personas murieron y otro millón más emigró de Irlanda, provocando la caída de la población de la isla entre un 20% y un 25%.

Un tema,  el de la muerte por hambre  de tantos millones de irlandeses, que ha preocupado siempre a la viajera desde que visita esta preciosa Isla, cuando su hija decidió quedarse a trabajar en ella y donde ha formado una familia de niños guapos, esbeltos, inteligentes y  pecosos.

Un tema hablado repetidamente y nunca entendido, ante tanto verde poblado de ovejas y vacas, y un mar lleno de peces..

Así que era el momento de investigar…  No fue necesario acudir al Trinity College, la Universidad de Dublín, le ha bastado a la visitante con leer más sobre la historia de este país.

Aunque la causa directa del hambre fue la destrucción de la cosecha de patata provocada por  la  Phytophthora infestans  (una variedad de alga parásita), se sumaron otros motivos étnicos, religiosos, políticos, sociales y económicos.

De la patata, un tubérculo, originario de América y rico en minerales y vitaminas,  dependía en gran medida la alimentación de la mayoría de los habitantes de la tierra de Eire; pero esta plaga que también se extendió por Europa, en Irlanda tuvo características especiales.

Cuentan los historiadores  que durante los siglos XVI y XVII, los católicos irlandeses tenían prohibido recibir educación, votar o ser propietarios de tierras. Tampoco se les permitía  ingresar en un gremio profesional, ocupar un puesto de funcionario o vivir en una ciudad.

Aunque en el siglo XIX la situación era mejor, aún el 70% de los representantes irlandeses en los parlamentos británicos, eran terratenientes o hijos de terratenientes, muchos de ellos ingleses que vivían en Inglaterra.

Por eso, cuando llegó el hambre,  el problema en Irlanda no fue la falta de comida, que era abundante, sino su precio, que estaba fuera del alcance de los pobres y otra situación aún más terrible: durante todo el período de la Hambruna, Irlanda exportaba enormes cantidades de alimentos.

En la revista History Ireland (1997, número 5, pp. 32-36), Christine Kinealy, becaria de Great Hunger, profesora de la Universidad Drew, relata sus hallazgos: casi 4.000 embarcaciones llevaron alimentos desde Irlanda a Inglaterra,  durante 1847, cuando 400.000 hombres, mujeres y niños irlandeses fallecían de inanición.

También escribe que las exportaciones irlandesas aumentaron durante la hambruna. Esta comida fue enviada desde las partes más afectadas por el hambre en Irlanda. Las cifras de exportación más impactantes se refieren a la mantequilla.

La mantequilla se envió en “firkins”, cada uno con 40 litros. A Bristol y a Liverpool llegaron miles de litros de mantequilla mientras los irlandeses sucumbían de necesidad.

Esta situación fue determinante para cambiar las relaciones con Gran Bretaña, siempre tensas, y contribuyó en gran medida a fomentar los movimientos nacionalistas irlandeses.

El historiador Cecil Woodham-Smith escribió en The Great Hunger: Ireland 1845-1849 , que ningún tema ha provocado tanta ira y amargas relaciones entre Inglaterra e Irlanda “como el hecho indiscutible de que enormes cantidades de alimentos se exportaron de Irlanda a Inglaterra a lo largo del período, cuando la gente de Irlanda se estaba muriendo de hambre”.

La visitante ha entendido, por fin, un tema que siempre le  había preocupado.

El Memorial que tiene siempre flores frescas, está rodeado de hermosas praderas en las que pastan vacas bien nutridas, ajenas a lo que ocurrió allí mismo hace 148 años.

Ante el monumento los niños corretean buscando y temiendo a las reses.

Después, recorren el bosque de árboles milenarios que cobija un río y sendas donde pasear y correr.

Porque si algo aman los habitantes de este hermoso país son las sendas arboladas.

Después, ya en Rathdrum, donde Ana ha formado su hogar, otro parque conmemorativo, con estanques, paseos panorámicos y una estatua al gran Charles Stewart Parnell, un hombre que mejoró sustancialmente las vías ferroviarias y realizó importantes esfuerzos forestales.

El parque es accesible las 24 horas del día, los 7 días de la semana y está ubicado justo al lado de la plaza del mercado de Rathdrum. También hay un parque infantil y un gimnasio al aire libre. Dos colegios, Biblioteca, Instituto y hasta  2 Iglesias, una católica, protestante la otra. A pesar de tener  solo 1.663 habitantes.

Cuenta  Seamus que hubo también historias de bondad, de generosidad, de humanidad. El sultán  Abdulmecid, monarca de Turquía, enterado de la penuria, quiso mandar 10.000 libras a los campesinos irlandeses, pero la Reina Victoria le pidió que mandara solo 1.000, pues ella no había donado más que 2.000.

El sultán hizo lo que le solicitaron pero a escondidas mandó tres barcos llenos de comida. Los tribunales británicos intentaron bloquear los cargamentos navales pero los marineros turcos llevaron la comida al puerto de Drogheda y la descargaron.

Aunque la historia más bonita la cuentan los gemelos Jack y Oisin ayudados  por Tadgh: una tribu de indios norteamericanos, los Choctaws, reunieron  y enviaron 710 dólares a los afligidos irlandeses. Esta tribu en 1831, había sido trasladada de sus tierras ancestrales por el gobierno norteamericano, en lo que se conoce como el Camino de las Lágrimas (“Trail of Tears”) donde entre 2.500 y 6.000  hombres, mujeres y niños de los 17.000 que iniciaron el viaje murieron de hambre, agotamiento, enfermedad y frío. Tocqueville, que tuvo ocasión de ver ese “aire de ruina y destrucción” preguntó al único choctaw que hablaba inglés por qué había aceptado ese desplazamiento. La respuesta fue “para ser libres”. Dieciséis años después, cuando no estarían mucho mejor, esos indios, supuestamente los no civilizados de esta historia, supieron que otra tribu, los irlandeses, estaban pasando por lo que ellos habían pasado y juntaron todo lo que pudieron reunir para ayudarles. En 1995, Mary Robinson, presidenta de Irlanda, hizo un homenaje de agradecimiento a la nación Choctaw.

Después del paseo, los niños irlandeses y sus padres, quedan con amigos españoles para cenar en un restaurante pakistaní al lado del mar. Allí mientras Luca y Mateo juegan con las olas, se encuentran también amigas polacas y brasileñas.

Decididamente Irlanda es multicultural, acogedora y amable.

Al  día siguiente la viajera debe volver a su país y decide llevarse un  poco de lluvia y algo verde.

La tormenta ha pasado.

 

Volando sobre el mar de Irlanda un día de febrero de 2022

Victorina Alonso Fernández.