En la habitación de casa / dejo el amor y la hiel, / y los libros que me amaron y amé, / y los días tristes de espera. / Dejo los sueños muertos, / la chaqueta raída de la risa. / Dejo las huellas rotas de los vuelos / aún no dados, de los vuelos, / que nunca tendrán alas. / Hoy he tenido que salir huyendo / de mi habitación, de mi casa, / de mi vida, de la vida. / Huyendo de la locura / que otros inventaron para mí, / con el equipaje de castigo, / que me han impuesto adrede. / No hay más luz, / en este día de eterna huída, / que la de los destellos de las bombas. / Hoy se me ha muerto la habitación, / y con ella se me han cosido al corazón, / todos los dolores del mundo.

A Baobab le dio un respingo al escuchar aquel poema. Un grupo de personas, se habían reunido alrededor de su mágica estampa, para recordar a las víctimas de una guerra que se expandió en el año 2022, es decir, hacía 1000 años, por un planeta herido aún de muerte por la Covid-19. En aquel año, otro enorme virus rodó por las vidas inocentes de muchas personas, y contra él, no hubo vacuna alguna. Era el virus del poder, del soy mejor y más fuerte, soy el que mando, el que digo, al que hay que obedecer, o de lo contrario, por la fuerza, como un gigante exterminador, pondré mis zarpas sobre cualquiera que no tenga las mismas ideas que yo.

Después de leer el poema, se guardó un minuto de silencio por las víctimas de aquella guerra que Rusia ejerció contra Ucrania, hacía ahora mil años.

Naturaleza, que había escuchado muy atenta, asintió y dejó que los rayos del sol, calentaran los corazones de la nueva humanidad, que ahora, después de un milenio bajo galerías y sin el privilegio de vivir sobre su superficie, parecía que tenía la lección aprendida y aprehendida en sus venas. Estaba dispuesta a dejar, que poco a poco, la humanidad volviera a vivir al aire libre, respetando el clima, el paisaje, la vida y sobre todo respetándose entre ellos.

Neuronada: Ni en los peores sueños, se pensó que el dirigente ruso, pudiese representar un nuevo infierno en el planeta a estas alturas de la existencia. Intentar, solo intentar ponerse en la piel de cualquier persona que haya tenido que dejarlo todo para que su vida pueda sobrepasar a la muerte, es un ejercicio que pone a uno en el sitio que nunca nadie, hubiera tenido que tener. Mientras escribo esto, miro mi habitación dando gracias por poder estar bajo cubierto y sin la angustia de la muerte o la tortura sobre mi cerviz.

Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.